Los redentoristas llevamos haciendo misiones desde 1732, cuando San Alfonso M.ª de Liguori nos fundó en Scala (Italia). Su deseo era que la predicación misionera formase comunidades de fe vivas.
La misión parroquial redentorista es un proceso pastoral extraordinario de encuentro con Cristo y renovación de las comunidades de fe (parroquias). Una ayuda para la pastoral ordinaria que la Iglesia diocesana desarrolla.
Los objetivos generales de la Misión son:
1. Revitalizar comunidades cristianas para que vivan el seguimiento y anuncio de Jesucristo: “será tarea de los pastores mantener viva esta dinámica (misionera), para que cada bautizado se considere un protagonista activo de la evangelización”*.
2. Fortalecer las cinco dimensiones de la pastoral cristiana: la comunión, la formación, la liturgia, la caridad y la misión.
* [Congregación para el Clero, Instrucción La conversión pastoral de la comunidad parroquial al servicio de la misión evangelizadora de la Iglesia, nº 39, Roma, julio de 2020]
Fruto de la Pandemia del Covid-19 y del trabajo con otras Congregaciones misioneras (Claretianos y Paúles) nace este Nuevo esquema de misión para parroquias urbanas.
Busca responder mejor a la situación y el contexto de las parroquias de ciudad donde el anterior esquema no siempre respondía bien. Consta de 5 etapas. La presencia de los misioneros es intermitente y se adecúa a las circunstancias y necesidades locales.
1. Organización. Es la etapa inicial de presentación y diseño de la Misión. El objetivo es crear poco a poco un “equipo dinamizador de la misión” en la Parroquia que acompañe al párroco en la tarea evangelizadora.
2. Revitalización. Es la segunda fase, donde además de organizar y planear la misión, se busca regalar al Equipo misionero parroquial y a sus pastores y laicos colaboradores una fuerte experiencia de fe que les anime a la misión, que les entusiasme.
3. En salida. En esta etapa hay un objetivo claro: la propaganda y difusión de la misión, que llega incluso a formular propuestas para llegar a “los alejados” de nuestra comunidad.
4. Siembra. En esta cuarta etapa, regresamos al templo y siendo “Iglesia de puertas abiertas” invitamos a todos a escuchar la Palabra que nos da vida y sentido. Acogemos el Kerigma, anuncio salvador de Cristo.
5. Crecimiento. Es la etapa posterior a la misión. Los misioneros ofrecemos apoyo y materiales a las comunidades, por si lo necesitan. Para que no se pierda tanto bueno sembrado. Como dice el Evangelio: “Otras semillas cayeron en tierra buena y dieron fruto, una ciento, otra sesenta, otra treinta. El que tenga oídos, que oiga” (Mt 13, 8).
La duración y el contenido de cada etapa en la Misión urbana es flexible. Y es que cada contexto, cada realidad, tiene muchas veces necesidades diferentes. Por eso los misioneros buscamos adaptarnos a vuestra situación local y a vuestro contexto. También esto nace de asumir la dinámica de “encarnación” que Jesús nos pide en su Evangelio.
La Misión parroquial tradicional lleva funcionando más de 50 años. Es un método misionero probado y ha dado muy buenos frutos a lo largo y ancho de la geografía española.
Es un esquema sencillo con un tiempo de preparación (premisión) que dura entre 6 meses y un año.
El tiempo de Misión se divide en dos semanas precedidas de 4 días de preparación inmediata. La primera semana se le da prioridad a las Asambleas o reuniones en pequeños grupos, donde se tratan temas de diálogo y se favorece la Iglesia doméstica.
La segunda semana se dedica principalmente al anuncio del Kerigma, el centro de la fe cristiana, a través de celebraciones misionales vivas y participativas.
Hay un tiempo posterior que llamamos Postmisión, en el que ofrecemos materiales y acompañamiento a la comunidad parroquial para que continúe el proceso de discipulado y crecimiento en la fe. Oportunamente se podrán hacer visitas a la Parroquia y pensar en nuevas acciones, si así se solicita al Equipo misionero.