19 Nov «Historia para no dormir»
Agonizaba la mañana del último día de mi estancia en Perú. Tomaba, yo, fotos, como si fuera un turista japonés, de todo lo que se me ponía por delante: guardería, biblioteca, comedor… Y ahí no más, me asalta, Giovanna, la responsable del Centro Social, Perpetuo Socorro:
“Bueno, dije para mí, si es “aquisito”, no más, no hay inconveniente”. Pero ahí mismo se me amargó el día. Verán ustedes lo que pasó.
Detrás de una puerta de hierro, oxidada y sin cristales, al primer toque, asomó una muchacha morenita, chaparrita, tímida y recelosa, que nos invitó a pasar:
Miseria y suciedad son las dos palabras que resumen la habitación de Janet. Giovanna, la responsable del centro, preguntaba, Janet respondía lo que le convenía y yo apuntaba: “trapos, ropa sucia, una cuerda de lado a lado de la habitación como tendedero y armario, cocinita asquerosa, olla de aluminio con sopa que nadie tragaría si no es por desesperación…” La respuesta de la joven madre siempre era “no”:
Y cuando me canso de poner puntos suspensivos me dedico, a jugar con el enano. A Janet no parece importarle. Y continúa la conversación:
- La dueña del cuartito, me dijo que acudiera a la parroquia. Tenía yo mucho miedo, pero aquí me han acogido sin pedirme plata; otros me prestaban ayuda, a cambio de plata. Mi hijito ya ha sido admitido en la guardería y le han dado su uniforme de él. Han sido muy buenos conmigo. Me dicen que me van a apoyar…
Giovanna tiene que irse y me deja solo ante el peligro. La mamá habla, sin despegar los ojos del suelo. Yo, con todo descaro me dedico a hacer fotos, las que tienen delante. Ella no se fija en mí. Me habla de su pasado triste y de su negro presente. También de sus proyectos:
Tras un prolongado silencio, que yo no me atrevo a romper, levanta su mirada y con decisión me asegura:
Y sin más toma a su hijo en brazos, durante toda la entrevista hemos estado en pie, lo besa, se sienta encima de la cama y da rienda suelta a sus lágrimas.
Yo me asusto ante lo que intuyo que me va a contar. Me temo cosas muy feas y muy malas en los 17 años de Janet.
No parece haber odio detrás de sus abundantes lágrimas, sólo dolor. Su hijito la mira sin entender por qué llora. Ella se limpia con la manga y sigue:
Se masca el dolor en el cuartito sucio. Se acabaron las lágrimas y quedan los recuerdos amargos e inconfesables.
Otro gran silencio y una valiente decisión:
Y todo esto, “aquisito” no más…
P. Arsenio, CSsR