23 Mar Dejarse abrazar y sanar por el Padre. Domingo IV de Cuaresma
El salmo 33 ilustra bien lo que la Palabra nos revela este domingo, ¡Gustad y ved qué bueno es el Señor! “Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma se gloría en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren… El afligido invocó al Señor, él lo escuchó y lo salvó de sus angustias”. Es la historia de una restauración, de una sanación profunda, cuando reconocemos nuestro pecado y no nos dejamos bloquear o arrastrar por él, sino que avanzamos hacia el Padre como el hijo menor de la parábola.
Estamos llamados a bendecir al Señor, a experimentar el poder liberador de la fe, que nos abre horizontes nuevos y nos quita fardos pesados. Pablo lo dice así: “Si alguno está en Cristo es una criatura nueva. Lo viejo ha pasado, ha comenzado lo nuevo. Todo procede de Dios, que nos reconcilió consigo por medio de Cristo y nos encargó el ministerio de la reconciliación”. Los cristianos estamos llamados a reconciliar allá donde estemos las situaciones de confusión, odio, venganza o malos sentimientos. Llamados a ser fermento de paz siguiendo el ejemplo de Jesús resucitado que, enseñando las llagas, decía Shalom (paz) a sus discípulos. Las heridas de Cristo sanadas por el amor del Padre, hechas cicatriz que permite recordar una historia, no piden venganza ni odio. Sino que piden perdón y ¡gritan compasión! Como el mismo Jesús en la Cruz que dice “perdónalos Padre, porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34).
Es importante saber qué ponemos en el centro cuando anunciamos la fe en Cristo a una persona. ¿Ponemos en el centro el Amor del Padre o ponemos en el centro el pecado y la maldad de sus hijos que necesitan ser perdonados? Esta pregunta ya se la hizo hace siglos San Alfonso M.ª de Ligorio, obispo y Doctor de la Iglesia en su lucha contra el Jansenismo. Esta doctrina (defendida por Jansenio 1585-1638) alejaba al pueblo fiel de los sacramentos bajo pretexto de la predestinación de unos a la salvación y otros a la condenación (eliminando el libre albedrío). Se desarrolló como movimiento puritano, enfatizó el pecado original y la maldad humana. Y todo partió de una errada interpretación de textos de S. Agustín de Hipona. Fue condenado como herejía por primera vez en la bula In eminenti de Urbano VIII (1642). Más tarde la constitución Cum occasione de Inocencio X (1653) y otra constitución publicada por Alejandro VII, Ad sacram beati Petri sedem (1656).
A veces veo en la Iglesia algunas personas y situaciones y tengo la impresión que el fantasma de Jansenio vuelve. Parece que quiere seguir alejando personas de la fe y de los sacramentos, de sentirse salvadas. Alejarlas del abrazo del Padre bueno de la parábola de Jesús. Por eso San Alfonso dice: “No puedes hacer ni pensar nada más grato que hospedar a Cristo. Recíbelo, no ya con las disposiciones dignas, pues si fuera menester ser digno nadie podría jamás comulgar, sino con las disposiciones requeridas: hallarte en la amistad de Dios y tener vivo deseo de aumentar el amor a Jesús. Y si te vieras frío en ese amor, no por ello te apartes de la Eucaristía. ¿quién por verse frío se quiere retirar del fuego? Fíalo todo a la misericordia del Señor, pues cuanto más enfermo se halla uno, tanta más necesidad tiene de médico” (Práctica del Amor a Jesucristo, Capítulo II).
Pero también Ambrosio de Milán, otro santo Doctor dice: “El que tiene una herida busca la medicina. Hay herida porque estamos bajo el pecado; la medicina es el celestial y venerable sacramento”. Como señala el Papa Francisco “a veces nos comportamos como controladores de la gracia y no como facilitadores”. A veces alejamos de Dios en lugar de acercar. Haced examen de conciencia. Por supuesto que también necesitamos reconocer nuestro pecado y debilidad diciendo: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”. Pero no es menos necesario acoger el abrazo del Padre, asimilar su perdón y no vivir mirando a la herida sino a la sanación que Dios ya nos regala en su infinita misericordia.
Víctor Chacón, CSsR