17 Ago “Lo que no revela la carne ni la sangre”. Domingo XXI del T. O.
Pedro dijo aquello de: “Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo». Jesús le respondió:
«¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás! porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos”. Jesús reconoce que Pedro fue inspirado por Dios, movido por su Espíritu, no actuó esta vez por impulso o capricho humano. Sino guiado por Dios. Pedro dejó que Dios le hablara y supo dar una palabra de fe certera que le hizo bien a él mismo y a los demás discípulos.
“Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos”. El Espíritu conduce a la confesión de la fe. Y la fe conduce a una misión, a una tarea asumida desde la responsabilidad y la generosidad con los dones que Dios pone en nuestras manos. A Pedro Dios le confiere el don de predicar la Palabra y sanar los corazones. De perdonar. Desatar lo atado. Atar, conservar, lo que sea necesario y haga bien al Pueblo.
A Pedro, líder de los Apóstoles, por esta fe inspirada y por su propia iniciativa, Jesús le dará el poder de reconciliar, de perdonar. Los seguidores de Jesús tenemos todos este poder de reconciliación y sanación, nos viene del Maestro, de nuestra comunión con él. Estar unido a Jesús supone el compromiso de tener una presencia reconciliadora siempre. En los ambientes en los que estemos los cristianos ha de haber más paz, más comprensión, mayor entendimiento. Jesús así nos lo confiere. Este poder de perdonar algunos en la comunidad (los ministros) lo desarrollarán de un modo sacramental, pero otros, todos, debemos desplegarlo en lo sencillo y cotidiano de la vida. ¿Tengo una presencia reconciliadora, sanante? ¿O soy una persona conflictiva y cizañera en algunos momentos? El Evangelio suscita amantes de la paz y constructores de la paz. No se puede entender de otro modo. La fidelidad cristiana es martirial, está dispuesta a asumir la violencia y sacrificarse dando la vida. Pero nunca es una fidelidad combativa ni arenga batalla alguna. Ojo a los suscitadores de cruzadas porque son lobos con piel de cordero, no son del rebaño de Cristo. Feliz domingo.
Víctor Chacón, CSsR