16 May Solemnidad de Pentecostés, ¡SOPLA EN MI VIDA CON FUERZA!
El libro de Hechos nos da una primera pista muy interesante sobre el Espíritu Santo: “Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía manifestarse, con sorpresa se decían: ¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno de nosotros los oímos hablar en nuestra lengua nativa?”. El Espíritu crea entendimiento y comunicación. Que son el primer paso para la comunión. Donde está el Espíritu Santo es fácil hablar y entenderse, porque Dios está por medio. La comprensión, la afabilidad, la sonrisa son la mejor comunicación y el Espíritu Santo la hace posible. Cuando los niveles de Espíritu están bajos la comunicación no fluye, se estanca, y es fácil que nos dominen la desconfianza, el enfrentamiento, el lenguaje violento y sea demasiado fácil no entendernos, no comprender al otro, porque falta el Espíritu de Caridad.
“Les retiras el aliento, y expiran y vuelven a ser polvo; envías tu espíritu, y los creas, y repueblas la faz de la tierra”. El salmo nos ayuda a ver el Espíritu así, como el Aliento de vida. La ruaj santa de Dios que le sirvió para crear y dar vida a todo según el Génesis. Pero las imágenes con las que la Palabra y la liturgia nos hablan del Espíritu son muy poderosas: fuego, luz, agua viva, viento que agita la tierra y la santifica. Bálsamo que sana, descanso, tregua, brisa, gozo…
¿Qué sería de nosotros si nos dejáramos guiar más por el Espíritu Santo? ¿No sería maravilloso actuar, sentir y ver desde el Espíritu que une al Padre y al Hijo, desde su amor? Es el Espíritu del amor de Dios que fecunda el mundo, que da vida, que une y santifica frente a la tendencia del Maligno que es siempre dividir, separar, mentir y sembrar odio. Corintios nos da una clave oportuna: “a cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para el bien común”. Ojalá caminemos hacia esto: Una Iglesia donde todos son escuchados y cada quien tiene su papel y aporta su don. Nadie sobra, nadie estorba y nadie deja de ser escuchado.
El Evangelio posee un fuerte contraste que expresa bien la obra del Espíritu. Los discípulos estaban en una casa con las puertas y ventanas cerradas por miedo. De nuevo el miedo como lo contrario a la fe (a-pistía). Cuando ven a Jesús, sus manos y el costado “se llenaron de inmensa alegría”. Es el fruto del Espíritu, la alegría, el gozo. Igual que Isabel cuando oyó el saludo de María, su prima. Que la criatura saltó de alegría en su seno. María que está llena del Espíritu Santo (es lo que los griegos llaman pneumatofora) causa alegría a su paso. Esto es interesante como examen propio. Cuanto más sea un hombre y una mujer de Dios, más alegría estaré causando a mi alrededor. ¿Siento que causo alegría en mi entorno y en mis relaciones o…?
Que Dios nos conceda vivir en el gozo de su Espíritu, dando protagonismo a éste en nuestra fe. Que no vivamos como quienes ya saben todo, sino quienes están dispuestos a dejarse guiar, orientar y llevar por el soplo del Espíritu. ¡Lo necesitamos! Sopla viento fuerte, quita de nosotros todas las hojas viejas, fortalece nuestra raíz y haznos brillar con la luz de Dios que solo tú puedes dar.
Víctor Chacón Huertas, CSsR