Domingo I de Adviento: ENSÉÑAME, INSTRÚYEME, DESPIÉRTAME SEÑOR QUE LLEGAS

 

Hay un himno de la liturgia que dice así: “Éste es el tiempo en que llegas, Esposo, tan de repente, que invitas a los que velan y olvidas a los que duermen”. El Adviento es preparación para la llegada o venida del Señor. Invitación a velar. La primera venida fue su Encarnación -su Natividad- y para eso nos preparamos en estas cuatro semanas. Pero a la vez, de fondo y en la memoria está la promesa de su Segunda Venida, la Parusía. Al final de los tiempos vendrá el Señor como Juez justo de la historia a resumir y hacer luz (que ése es el sentido literal de “juzgar” en el hebreo bíblico) en la historia humana. Por eso hay imágenes y descripciones en las lecturas que nos llevan al final de todo, y a esperar siempre al Señor en nuestra vida.

El salmo 24 nos anima a orar así: “Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas”. Es una buena actitud para iniciar este tiempo nuevo, la actitud del aprendiz, del alumno. Ante Dios es bueno que nos situemos siempre así, con humildad y ganas de aprender, con una libreta en blanco… y el oído despierto. Porque “nuestros caminos no son los suyos” dice la Palabra. Estamos llamados a buscar y aprender los nuevos caminos de Dios, y a dejar de transitar los propios que quizás los tenemos ya muy trillados y embarrados incluso.

“Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida”. Lucas recoge esta advertencia de Jesús a sus discípulos. “Tened cuidado de vosotros”, preocuparos por vuestra vida, lo que vivís y hacéis, cómo vivís. Y señala un peligro concreto que es que se embote el corazón. Que lleguemos al hartazgo, al empacho y al hastío de tanto llenar el corazón de cosas que no lo llenan de verdad, sino que solo lo inflan o distraen, pero no satisfacen. Son falsos ídolos, no el Dios verdadero. Son sucedáneos, no un producto original y auténtico. El evangelio señala tres posibles distracciones que serían frecuentes en aquel tiempo: juergas, borracheras y las inquietudes de la vida. Estamos en una de las épocas del año de más consumo, comilonas, regalos, etc. ¿Qué me distrae y embota el corazón a mí? ¿Tengo algo que me distrae de lo esencial, que me llena falsamente para luego dejarme vacío de nuevo?

“Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo”. ¡Estad despiertos! Que no os arrastre la corriente de este tiempo. Que seas capaz de mirar a Dios y mirarte a ti mismo. Haz silencio. Dedica unos minutos a la oración, a la escucha de la Palabra, a encender una vela y leer algún texto de Adviento. No tengas tantas prisas, necesitamos vivir más conscientes, más despiertos. Sin automatismos. Si hace mucho tiempo que no lo haces, quizás sea bueno despertar el alma con algún voluntariado o compromiso (visitar a algún ser querido que lo necesite, o vecino… ayudar alguna institución que requiera voluntarios). Eso y leer algún libro o texto espiritual te puede ayudar a despertar el alma, que es lo que nos pide Jesús en este tiempo para ir preparando su venida. En caso de duda, consulte a su cura más cercano. ¡Feliz Adviento! 4 semanas para despertar el corazón.

Víctor Chacón, CSsR