12 Dic Domingo III de Adviento (Gaudete): “Dejarse alegrar por Dios, acercarse a su fuego”
La profecía de gozo de Sofonías es el corazón de este tercer domingo de Adviento: “Alégrate, hija de Sión, grita de gozo Israel; regocíjate y disfruta con todo tu ser, hija de Jerusalén. El Señor ha revocado tu sentencia, ha expulsado a tu enemigo. (…) «¡No temas!, ¡Sión, no desfallezcas!» El Señor, tu Dios, está en medio de ti, valiente y salvador; se alegra y goza contigo, te renueva con su amor; exulta y se alegra contigo como en día de fiesta”.
Me parece importante que subamos de nivel nuestras alegrías, me explico. Que no nos contentemos con poca cosa: tener todo controlado, que las cosas salgan como quiero, que me regalen cosas o me dejen descansar y “no me pidan nada”. Sofonías apela al gozo profundo del corazón: “alégrate y regocíjate con todo tu ser”. ¿El motivo? Nadie te condena, Dios te ha liberado. Ha expulsado a tu enemigo. Nadie está contra ti y tienes a Dios como Defensor perpetuo. “El Señor está en medio de ti valiente y salvador”. Esto es lo que celebramos. Nadie te condena. Aprende a vivir como lo que eres: un Ser liberado, perdonado y reconciliado, bendecido y amado. Este es el reto. No vaya a ser que ahora que Dios ha expulsado a tu enemigo, te conviertas tú mismo en tu enemigo… con tus bloqueos, tus miedos, tus “no puedo”, “no sé” y no quiero salir de mi zona de confort
Salmo de Isaías 12: «Él es mi Dios y Salvador: confiaré y no temeré, porque mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación». La invitación está clara en la Palabra. Abrirme a una relación personal y viva con Dios como mi salvador y guía. Como la fuerza que anima mi vida. No contar solo con “mis fuerzas” o “mi poder” para el día a día. Actuamos con un motor eléctrico extra (también nosotros somos híbridos). Contamos con la fuerza y el poder del Señor que rema a nuestro lado y a favor nuestro. Pero somos híbridos enchufables, necesitamos enchufarnos de vez en cuando a la oración, la Eucaristía y la reconciliación para subir la carga de batería.
Tres veces se repite la pregunta “¿Qué debemos hacer?” en el Evangelio de este domingo. No es baladí la cosa. Ser creyente, seguir a Jesús y bautizarse implica a toda mi persona. No solo al intelecto o al corazón. También a las manos y a la vida, a lo que hago. A cómo invierto mi tiempo y mi dinero, por ejemplo. Las cosas concretitas hablan de la sinceridad de nuestra fe y nuestro compromiso. No solo las grandes declaraciones de intenciones, ni mis deseos de ser “buena persona y ayudar”. Sino lo que en concreto hago, amo y sirvo. Dice el Evangelio de hoy: «El que tenga dos túnicas, que comparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo». ¿Estoy yo compartiendo con quien no tiene, me estoy preocupando realmente de los que están en necesidad, en situaciones mucho peor que la mía?
«No exijáis más de lo establecido». «No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie con falsas denuncias, sino contentaos con la paga». Esta fue la respuesta que se llevaron los publicanos y los soldados que preguntaron. ¿Vivo yo en la exigencia, en una actitud dura con los demás en la que todo me es debido? ¿Soy capaz de reconocer y agradecer mi suerte, mis bendiciones? ¿Vivo honestamente sin aprovecharme de nadie y, cuando puedo y sin que nadie me pida, obro con generosidad y sin pasar factura?
Ojalá nos abramos a esta vivencia de la fe sincera, alegre y coherente. Que no es dura sino compasiva. Que sabe reconocer su suerte y bendición. Que vive con gozo profundo en el alma sabiendo que ya ha sido amada, salvada y liberada de su enemigo.
Víctor Chacón, CSsR