Domingo IV de Pascua: Dignos de la Vida Eterna y de un Pastor Bueno. 

 

Pablo y Bernabé dijeron con toda valentía: “Teníamos que anunciaros primero a vosotros la palabra de Dios; pero como la rechazáis y no os consideráis dignos de la vida eterna, sabed que nos dedicamos a los gentiles”. Pablo y Bernabé recalculan la ruta de su misión -cual gps contrariado al que no han hecho caso en la ruta sugerida- cambian y dan un giro hacia los gentiles. El motivo no es pequeño: “Rechazáis la Palabra de Dios y no os consideráis dignos de la vida eterna”. El rechazo a la Palabra es grave. Por definición un creyente es alguien que se fía de la Palabra de Dios, es más, que vive, en diálogo con ella, dejándose guiar y orientar por ésta. El tema de la dignidad es otra cuestión diferente. No es que no quisieran salvarse, sino que no aceptaban una salvación que venga a través de un crucificado, hijo de un carpintero y que se juntaba con chusma social variada y pecadores públicos. El problema no es la salvación en sí, sino el envoltorio evangélico, que no agrada mucho a los judíos. Esperaban algo más espiritual y excelso, más glorioso y rimbombante: y apareció “Jesús y su panda extrafalaria”. Tenían un concepto de “pureza”, de “perfección” y de “santidad”, de lo “digno e indigno”… en los que Jesús no entraba. ¡Ojo a fabricarnos una religión etérea y elitista, desencarnada, donde Jesús no quepa y el Evangelio estorbe!  

“El Cordero que está delante del trono los apacentará y los conducirá hacia fuentes de aguas vivas. Y Dios enjugará las lágrimas de sus ojos”. Tenemos un Dios compasivo, su corazón es ternura, no rechaza a sus hijos, no puede rechazar la obra de sus manos. “Él modeló cada corazón y comprende todas sus acciones” dice el Sal 32. “Él conoce nuestra condición y se acuerda de que somos barro”, Sal 103. Por eso el puede apacentar y guiar a los suyos mejor que nadie, no le falta ni paciencia ni ternura. Es un Dios sin prisa, Él tiene todo el tiempo del mundo. Y además tiene pedagogía, sabe que los humanos necesitamos tiempos dilatados para hacer procesos, para hacernos conscientes, asumir cosas e ir dando pasos. Además, es un Dios al que se le da bien acompañar en los duelos, en las pérdidas, por eso “enjuga las lágrimas de sus ojos”. Tiene siempre un pañuelo en la mano y seguro que es un pañuelo “megaabsorvente”, nivel celestial. 

«Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano». Tengo la serena certeza de que seremos salvados por este Dios Bueno. Por el Buen Pastor que cuida de nosotros. Nadie las arrebatará de mi mano, esto nos dice Dios. ¿Qué podemos temer entonces? Solo tratar de vivir en su mano, cerca de Él y disfrutar de estar allí. Gozar ya por anticipado de la presencia de este Dios Buen Pastor, que nos habla, escucha y guía. San Juan XXIII Papa en uno de sus escritos dice: “Quisiera decirle con Pedro: Apártate de mí, Señor, que soy un pecador (Lc 5, 8) pero la ternura de su corazón se me adelanta y con la dulzura de sus palabras me dice: “No tengas miedo” (Lc 5, 10). ¡Nada temo a vuestro lado! Descanso enteramente en vos; como la oveja perdida siento los latidos de vuestro corazón”. Él se sentía como la oveja perdida, llevada a hombros por el Buen Pastor que es Cristo. Preciosa imagen para meditar. 

Víctor Chacón, CSsR