Domingo V de Pascua: Sobre la perseverancia, el amor y la entrega de los discípulos 

 

Hechos de los Apóstoles: “Pablo y Bernabé volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquia, animando a los discípulos y exhortándolos a perseverar en la fe, diciéndoles que hay que pasar por muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios”. Los discípulos siguen expandiendo la Buena Noticia del Señor, su resurrección y su salvación. Formando comunidades y llamando a perseverar en la fe, a pesar de las dificultades que no faltarán. Piden en los creyentes, ser personas robustas, con resistencia y flexibilidad, que no esperen que todos los vientos les sean favorables ni caminos alfombrados. Que no se desanimen a la primera contrariedad, pues seguimos al Cristo que por Amor dio su vida en la cruz. ¿Cómo afronto yo mis dificultades y sufrimientos? ¿Me desanimo o enfado? ¿Busco a Dios? ¿Huyo de las dificultades y sufrimientos, porque mi plan en la vida es “pasarlo bien” y ya? 

“Al llegar, reunieron a la Iglesia, les contaron lo que Dios había hecho por medio de ellos y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe”. Me parece precioso este momento de compartir entre cristianos. Pablo y Bernabé llegan, reúnen a la comunidad y les contaron lo que Dios ha hecho por medio de ellos. Muy humildemente, sin darse importancia, sabiéndose instrumentos en manos de Dios. ¿Qué hace Dios por medio de ti hoy? ¿Crees que Dios quiere hacer más cosas a través de ti en el mundo, en tu entorno? Te animo a tener una conversación con Él sobre esto, no escurras el bulto 😉 

Vivimos en un mundo que pasa, en una realidad llamada a desaparecer, Apocalipsis lo recuerda así: “morará entre ellos, y ellos serán su pueblo, y el “Dios con ellos” será su Dios». Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto ni dolor, porque lo primero ha desaparecido. Y dijo el que está sentado en el trono: «Mira, hago nuevas todas las cosas». Creemos en el Dios que mora entre nosotros, el “Dios con nosotros” que eso significa Emmanuel, el nombre hebreo de Jesús. Él es el Dios que acompaña nuestro camino, que camina a nuestro lado como hizo con los de Emaús… el que seca nuestras lágrimas y nos da aliento para seguir. El que nos anima cuando nos cansamos de avanzar, y el que hace todas las cosas nuevas. Él tiene un poder infinito de renovación y transformación, por eso la realidad presente no nos conduce a la locura ni a la desesperación y frustración. 

Cuando salió Judas del Cenáculo Jesús dice esto: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros”. Sale el ambicioso y Jesús hace ley su mandato de Caridad. El que no podía recibirlo ni acogerlo se fue antes. Todo en paz. 

El amor es tan sagrado como la Eucaristía en nuestra fe. Juan evangelista lo configura así en su evangelio, me explico. Juan no recoge en su evangelio el relato de la consagración del pan y el vino, en el lugar que debía ir esto, lo que hace es meter dos discursos de Jesús: el lavatorio de pies (llamada al servicio humilde) y el mandamiento del amor. Juan nos está diciendo a gritos: ¡espabilad hermanos y entended: la Eucaristía es servicio y amor a los hermanos! No podéis comulgar con Cristo y luego no servir y amar a todos como Cristo nos enseña e hizo. El amor y el servicio cristiano nacen de la Eucaristía, o como decía San Agustín genialmente: “comemos a Cristo para ser como Cristo en el mundo”. Tomad aquello que sois, Cuerpo de Cristo; sed aquello que tomáis, cuerpo de Cristo.  

Dios no nos pide vivir en una ansiedad de obras y proyectos, de perfección y búsqueda personal de la propia santidad… pero sí que nos pide un compromiso y una entrega clara con su evangelio desde el servicio y el amor al prójimo. Y, si ya lo tengo claro, es bueno que lo revise: ¿Cómo es mi servicio y mi amor por los demás, Señor? Ayúdame a enfocarme si ando despistado. Amén. 

Víctor Chacón, CSsR