
11 Jun Fiesta de la Santísima Trinidad: Un Dios único y tres formas de Amar y Cuidar.
Salmo 8: Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado.
¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él, el ser humano, para mirar por él?
La Tradición de nuestra fe, los primeros teólogos y Padres de la Iglesia, nos han hecho pensar a Dios desde las tres personas reveladas (Padre, Hijo y Espíritu) con tres funciones bien definidas: creador, redentor y santificador. Un único Dios y tres formas diferentes de amar: creando, dando vida al mundo y a todos los seres, haciéndolos libres. Salvando y llevando a plenitud su obra, reparando la obra del mal y el pecado. Por último, santificando con su Espíritu, uniendo al Dios bueno y llenando de su gracia y de su luz. Necesitamos recuperar esta capacidad de admiración y sorpresa que sí tienen los niños, que tenemos todos en nuestros primeros años, y que luego olvidamos o desinstalamos cuando somos presa del racionalismo o de la naturalización de lo que nos rodea.
Carta a los Romanos: Habiendo sido justificados en virtud de la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo, por el cual hemos obtenido además por la fe el acceso a esta gracia, en la cual nos encontramos. San Pablo nos recuerda que ya hemos sido salvados, ¡estamos en gracia! Estamos en paz con Dios, gracias a la entrega generosa e inmerecida de Jesucristo. Él dio su vida por nosotros y nos ha llevado a la salud, a la gracia, a la cercanía de Dios. Ha sido la dinámica de sanación que surge de esta Trinidad que nos cuida, que vela por nosotros y por nuestra vida. Que viene “en ayuda de nuestra debilidad”.
Evangelio de Juan: “Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena”. Seguimos sin poder cargar con ellas en la medida que no nos abrimos al Espíritu Santo y a su acción en nosotros. ¿Por qué no podemos cargar con ellas? Hay un autor surcoreano, filósofo y teólogo, Byung-Chul Han que señala esto en una de sus obras: “ya no vivimos en una sociedad disciplinaria, sino en una sociedad del rendimiento. En lugar de obedecer a una figura de autoridad externa ahora nos explotamos a nosotros mismos en nombre de la libertad, de la productividad, del desarrollo personal”.
Necesitamos redescubrir nuestra debilidad y aprender a confiar en el Espíritu. Dejar la autoexigencia, el actuar desde el “deber ser” y el perfeccionismo y buscar la voluntad de Dios. Aquí hay un precioso camino de liberación y sanación que Dios nos quiere regalar. El Espíritu nos ayudará a crecer, en generosidad y en capacidad de amar, en paciencia y sacrificio, en compasión y misericordia.
Víctor Chacón, CSsR