Domingo XXV del T.O.: Si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera?

 

Cuentan que Alejandro Magno dejó escritos 3 deseos para su funeral, 3 últimas voluntades:

1.Que su ataúd fuera cargado por los mejores médicos de la época.
2. Que los tesoros que poseía fueran esparcidos por el camino hasta su tumba.
3. Que sus manos quedaran fuera del ataúd y a vista de todos.

Cuando le preguntaron el porqué, esgrimió lo siguiente: “Quiero que los mejores médicos carguen mi ataúd para mostrar que no tienen ningún poder sobre la muerte. Quiero que el suelo sea cubierto por mis tesoros para que todos puedan ver que los bienes materiales que aquí se conquistan, aquí se quedan. Quiero que mis manos queden fuera del ataúd para que las personas puedan ver que vinimos con las manos vacías y nos vamos con las manos vacías”.

Se non é vero, e ben trovato. No sé la veracidad histórica del relato, pero nos introduce bien en lo que la Palabra nos pide este domingo. ¿Para qué riqueza vivimos? ¿Para la terrena o la del cielo? ¿Cuánto de espirituales somos? ¿Se nota en nuestro modo de vivir, en nuestras opciones, la fe que profesamos en la otra vida, en la fraternidad, en la ayuda a pobres y desvalidos? Es bueno que revisemos bien esto. ¿Cómo me comporto ante las cosas materiales, ante el dinero? ¿Con ansiedad por tener y comprar? ¿Con ambición de acumular más para tener más seguridad? ¿Con previsión moderada pero capaz de gastar y compartir? “¿A vivir que son dos días?”

El profeta Amós da una advertencia seria: “Escuchad esto, los que pisoteáis al pobre y elimináis a los humildes del país… El Señor «No olvidará jamás ninguna de sus acciones». Dios ni es ingenuo ni tiene mala memoria. No tolera el engaño, el abuso, la explotación de pobres o gente humilde. El salmo lo confirma: “Levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre, para sentarlo con los príncipes, los príncipes de su pueblo”. Hay una idea de justicia compensatoria en este texto. Dios que es Justo va a ayudar a los que nunca tuvieron oportunidades, al desvalido, al huérfano, a la viuda (en aquel tiempo y contexto símbolo de quien no podía defenderse ni regirse por sí misma). El cristiano que está llamado a seguir el ejemplo de Cristo tiene que caminar por esta senda…no me puede dar igual la pobreza, los abusos, la injusticia y los atropellos de quienes no se pueden defender. Y, si me dan igual, es claro que no escucho a Dios ni le sigo con mi vida, aunque de palabra diga otra cosa o rece mucho.

El “administrador injusto” del evangelio de Lucas es un ejemplo de alguien inteligente, astuto, que usa sus talentos para el mal, con avaricia, con mentira. Comete fraude, administra mal y todavía es capaz de manipular a los clientes de su jefe para, beneficiándolos a ellos, ser tratado bien cuando su jefe le eche. Un “as” de la perversión.

“El que es de fiar en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto. Pues, si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera?”. Todo se mide desde lo pequeño. Desde el día a día. Desde el no consentir ningún pequeño engaño ni abuso. Robar poco también es robar…y si justifico “el poco” terminaré justificando “el mucho” sin que me duela ni me escandalice nada. ¿Soy yo fiel en lo poco, en lo cotidiano? Me traen mal la cuenta en el bar o en una tienda… y ¿soy capaz de señalarlo cuando me dan dinero de más? Pidamos ser fieles en la riqueza injusta, para llegar a la verdadera, a la eterna. No se puede servir a dos señores, o Dios o el dinero. Ambos a la vez no es posible.

Víctor Chacón, CSsR