Domingo XXVIII del T.O.: Dios jamás te abandonará, ni puede ni sabe hacerlo. Gratitud.

 

Libro 2 Reyes: “el sirio Naamán, bajó y se bañó en el Jordán siete veces, conforme a la palabra del hombre de Dios. Y su carne volvió a ser como la de un niño pequeño: quedó limpio. Naamán y toda su comitiva regresaron al lugar donde se encontraba el hombre de Dios”.

El hombre de Dios es el profeta Eliseo (el que fue elegido por Elías, echándole el manto por encima mientras araba la tierra. Fue llamado y rompió literalmente con su vida anterior: Sacrificó a los bueyes y; asando sus carnes con el arado de la yunta, hizo un festín de despedida invitando a los lugareños. Concluido esto siguió a Elías para estar a su servicio). Quien recibe el milagro es Naamán, el sirio, un extranjero rico que adora ídolos y no sigue a Yahvé. Que Dios haga el milagro a un infiel, a un adorador de ídolos es algo transgresor y novedoso. Pero también es una muestra de su poder que, de hecho, provoca la conversión de Naamán. Ha sido sanado por el Dios hebreo, ya no atenderá más a otros dioses-ídolos que nada le han dado.

Evangelio de Lucas: “Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias. Este era un samaritano. Jesús, tomó la palabra y dijo: «¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?”.

Me parece que tenemos la oportunidad de pensar desde esta Palabra: ¿Qué ha hecho Dios por mí en mi vida? ¿Qué dones, qué regalos, qué personas ha puesto en mi historia? ¿Cómo me ha sanado y cuantas veces? Tenemos mucho que agradecer. No seamos como los 9 leprosos ingratos. Estos 9 da a entender Lucas que eran judíos, fieles, parte del pueblo hebreo. Pero no dan gracias, no se dirigen a Dios cuando se obra el milagro. Excluyen a Dios de su gozo. Acudían a él quizás en su dolor y desgracia pero no han sabido celebrar con Dios. En cambio, he aquí el escándalo que Lucas señala, un samaritano, un pagano, se vuelve para dar gracias. Esto es tanto como decir: “ha sido más religioso que todos los demás, que sí pertenecían a la sinagoga”. Nuestras obras nos definen. La gratitud es quizás una de las actitudes que mejor revela que somos creyentes. Por el contrario: la dureza, la exigencia, el vivir en la protesta o la queja (como en la reclamación de quien se cree con derechos) nos sitúa en el paganismo y en la increencia más atroz. Como si se nos debiera algo, en lugar de recibir la vida como don, gracia y bendición. ¿Sé yo ser agradecido? ¿En mi oración a Dios dedico más tiempo a pedir o a agradecer?

2 Timoteo: “Es palabra digna de crédito: Pues si morimos con él, también viviremos con él; si perseveramos, también reinaremos con él; si lo negamos, también él nos negará. Si somos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo”. Este desenlace rompe la lógica que llevaba Pablo en su carta…Podemos negar a Dios, él también puede negarnos o negarse a nuestra voluntad, pero lo que no puede jamás es apartarse de nosotros, dejar de sernos fiel. Él no puede negarse a sí mismo. Y llevamos su imagen, su soplo de vida…la nefesh (el aliento vital con el que el Gn señala que dio vida al barro primigenio). Llevas el aliento divino, su Espíritu, no te menosprecies, no te machaques, no te olvides. Trátate bien. Porque llevas dentro y eres don divino, para ti mismo y para los demás.

Víctor Chacón, CSsR