30 Mar DOMINGO DE RESURRECCIÓN: “vió y creyó”.
Después de la tormenta siempre llega la calma. Después de la soledad, el sufrimiento, la oscuridad y tinieblas del Viernes Santo, siempre hay un nuevo alba que rompe en el cielo. Dios tiene ese magnífico poder, de revertir los ciclos y las dinámicas humanas. Y sacar vida de la muerte, hacer germinar lo que parecía yermo. Hoy, como cada día de nuestra vida, tenemos motivos para dar gracias. Dios está con nosotros. Él es siempre Emmanuel, presencia viva y activa. “Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia”. Su compasión, su dolorosa compasión, ha renovado la Tierra. Puede cambiar el corazón de cada hombre que se acerque a Él. El mensaje de la resurrección viene acompañado de una sorpresa: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente”. Todos los discípulos que temieron por su vida, y que abandonaron al maestro en la cruz, en su condena a muerte, ahora contemplan con estupor la tumba vacía. Ante esta realidad, la ausencia del cuerpo de Jesús, caben dos posturas: la incredulidad o la fe. Dios sigue respetando la libertad humana y confiando en nosotros.
Él más que nadie, que ha sido piedra descartada, sabe que no se puede descartar a NADIE. Que cada vida humana tiene un valor INMENSO, INFINITO, su Padre -por el Espíritu- dejó la huella imborrable de su imagen y semejanza en nosotros. La resurrección es la revolución de Dios y un gesto que desafía a todos los agoreros que no creen en el ser humano. Dios sí cree en nosotros, y por ello, nos da en su Hijo amado, Vida Eterna. Nada ni nadie podrá destruir a los benditos de Dios, a los pequeños, a los pobres, a los descartados, a los que no cuentan, ellos tienen un lugar privilegiado en el Reino. La Resurrección es la Justicia divina en plena acción. Aquellos descreídos que decidan abandonar a Dios y creer solo en ellos mismos se perderán el gozo del reino. Se han autoexcluido del proyecto salvador. Dios seguirá luchando por ellos, pero no quiere forzar a nadie. Aunque como los buenos padres y madres, jamás abandonará a sus hijos e insistirá con infinita paciencia.
La carta de Pablo a los Colosenses nos pide encarnar esa vida de resurrección: “Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra”. Aspirar a otros bienes, a otros proyectos, a otros objetivos, donde la propia comodidad, bienestar y placer no están en primer lugar. No habla tampoco de un misticismo falso y levitante, no pide levantar los pies del suelo y dar la espalda a los sentidos, sino “aspirar a los bienes de allá arriba”, del cielo. Tener una vida que no se ahogue con las cosas de la tierra, con los problemas y ambiciones humanas. Estamos hechos para la eternidad, pensar en el Cielo, que es nuestra vocación definitiva y más auténtica, tiene que ayudarnos a enfocar muy bien la vida de la tierra. A ser felices con poco, a no vivir de modo exigente o ambicioso, sino solidario y fraterno. ¡Dejemos que la resurrección transforme nuestras vidas! Es lo mejor que nos puede pasar sin lugar a dudas. ¡Feliz Pascua de resurrección!
Víctor Chacón, CSsR