Domingo I de Adviento, “Revestíos del Señor Jesucristo”

 

El Adviento marca el final de un ciclo y un nuevo comienzo del año litúrgico y de la historia cristiana. Iniciar un nuevo Adviento es volver a la casilla de salida, “contemplando cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte tan callando” como dijo Jorge Manrique. Es una cuestión de tiempos y de procesos, con el Adviento volvemos a esperar a Cristo, volvemos a preparar su llegada, volvemos a desear su salvación… porque nuestra vida lo necesita y porque, aunque ya hayamos vivido otros Advientos, el de este año es único y especial, no vuelve.

La profecía de Isaías (que nos acompañará durante todo el Adviento) nos dice hoy: “Hacia él confluirán todas las naciones, caminarán pueblos numerosos… Él nos instruirá en sus caminos, marcharemos por sus sendas”. Es una profecía de gracia y salvación, habla de unificación de las naciones en Cristo, de comunión y paz. Habla también de proceso, de camino, siempre estamos caminando, éste es un rasgo fundamental del pueblo de Dios. y cuando no lo hace y se instala ocurre grandes desgracias, porque deja de buscar a Dios y se fabrica otros dioses e ídolos. Celebrar y vivir el adviento supone prepararse para acoger al Dios que entra en nuestra historia y la transforma: “De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas”. Él puede dar un sentido nuevo a cada arma, a cada palabra, a cada silencio, pero hemos de ponernos en sus manos y dejarle hacer. ¡y nos cuesta tanto esto de ser pasivos! De dejarnos hacer por Dios, por su Palabra, por sus tiempos y sus planes. Que siempre andamos rebuscando atajos.

La carta de Pablo a los romanos nos llama a una actitud consciente y madura. “Comportaos reconociendo el momento en que vivís”. No viváis a tontas y a locas, no viváis en modo automático, con inercias incuestionables. “Revestíos del Señor Jesucristo” es la invitación paulina. Revestirse es tomar un nuevo hábito, ponerse una ropa sobre la que ya tienes, de modo que tu apariencia ya es otra.

La invitación de Mateo va muy de la mano de esto: “estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor”. “Estar en vela” es algo que Mateo dice en pocas ocasiones y siempre vinculado al final de los tiempos o al final de Jesús, en Getsemaní lo emplea. Y tiene siempre para él un sentido ético que abarca la responsabilidad con los semejantes, la obediencia activa desde los talentos recibidos y, sobre todo, el amor a los hermanos más humildes (Mt 24 y 25). Vigilar implica una relación activa con el Cristo viviente, un esperarle y vivir con Él, por eso no hay sorpresa por su llegada porque Él ya estaba, siempre estuvo, nunca se ha ido de nuestro lado. ¡Feliz Adviento!

Víctor Chacón, CSsR