Domingo I de Cuaresma: NI EN EL DESIERTO MÁS LEJANO TE APARTAS DE NOSOTROS

 

Vamos a empezar este primer domingo de Cuaresma prestando atención al salmo, que es precioso y nos da el tono y mensaje de este día. Salmo 90. «Se puso junto a mí: lo libraré; lo protegeré porque conoce mi nombre; me invocará y lo escucharé. Con él estaré en la tribulación, lo defenderé, lo glorificaré». Dios nos acompaña en las horas oscuras también, y especialmente en esas. Es importante no caer en una fe ni triunfalista ni elitista, en una fe que parezca una moral para superhéroes y superheroínas. Los antiguos sabían que no se podía exigir demasiado a los creyentes o se frustrarían, por eso de vez en cuando recogían en los tratados de moral un “Ultra posse, nemo obligatur”. “No podemos obligar más allá de lo posible”. Creemos en el Dios que nos coge de la mano en nuestros sufrimientos y debilidades y nos dice: “contigo estaré en la tribulación, te defenderé, te glorificaré”. No estás solo.

Carta a los Romanos: “La palabra está cerca de ti: la tienes en los labios y en el corazón. Se refiere a la palabra de la fe que anunciamos. Porque, si profesas con tus labios que Jesús es Señor, y crees con tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo”. La Cuaresma es tiempo de palabras, de diálogo. De la Palabra que Dios te dirige a ti, y que es bueno que escuches. De la palabra que tú has de dirigir a Dios, en un ejercicio de fe, de amor, de confianza. Profesas con los labios esta palabra, la crees con el corazón, es bueno que resuene en tu vida a lo largo de la semana. Si resuena la palabra más en ti, es más fácil que se vea en tu rostro y en tus manos; en tu manera de ser, de estar y de tratar a los demás. Es bueno que releas la 1ª lectura y que resuene en ti: “Mi padre fue un arameo errante, que bajó a Egipto, y se estableció allí como emigrante”… y que, conectando con el pueblo elegido por Dios, Israel, que fue emigrante y peregrino, caigas en la cuenta de que no cabe ni rechazo ni discurso de odio a emigrantes o extranjeros. No es compatible con la fe cristiana.

Acerquémonos a San Lucas y al relato que nos hace de las Tentaciones que sufrió Jesús:

Tentación 1: Entonces el diablo le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan». Jesús: “No solo de pan vive el hombre”. “Sáciate”… le dice el diablo a Jesús. Preocúpate por ti, por tu hambre, por tus necesidades, por tu placer… Ya has hecho suficiente sacrificio, ¡40 días de ayuno! Ya has demostrado lo bueno que eres… ahora déjate llevar por tu necesidad, pégate un buen banquete, ¡te lo mereces Jesús! El diablo puede ser muy persuasivo, pero Jesús es inteligente y le responde: “no solo de pan vive el hombre”. Que significa: no solo necesito pan para alimentarme, también tengo hambre de paz, de justicia y de sentido. De personas a las que amar. De mi Padre y del Espíritu. No basta solo con tener pan o placeres, con tener las necesidades físicas cubiertas. ¿Qué hay del espíritu pobre diablo, a ése quién lo alimenta? ¿Tú? Permíteme que me ría.

Tentación 2: «Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me ha sido dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo». “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”». La tentación del poder y la gloria, de ser admirado, de ser reconocido, de tener una inmensa aprobación de muchísimas personas, millones de followers, máxima audiencia y reconocimiento… Nos importan demasiado los números, también la iglesia cae en esto. Buscar el éxito, desarrollar estrategias para gustar más, para convencer más y tener más influencia. Jesús se quita del centro del foco y dice: El poder es de Dios. Buscadle a él. Yo no quiero estar en el centro. Mi alimento es hacer la voluntad del Padre, escucharle, transmitirle…no necesito más poder. Si Dios reina, yo soy feliz.

Tentación 3: «Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: “Ha dado órdenes a sus ángeles acerca de ti, para que te cuiden”. Jesús, le dijo: «Está escrito: “No tentarás al Señor, tu Dios”». Tentación de la fe y del amor. Pon a prueba el amor de Dios, ¿o dudas que él te cuida? Tírate, tírate por el templo y ya verás como te recoge…¿o tal vez no? El diablo quiere hacerle dudar de su Padre, de su amor, de su presencia. Quiere que se sienta solo, sin fuerzas y lejos de Él. Pero Jesús sabe de quién se ha fiado. Sabe que no puede estar en mejores manos. Dios es providente, el nos cuida como a las niñas de sus ojos (Sal 17). No voy a dudar de Él. Creo firmemente en Él, de mí podría dudar, de Él jamás.

Víctor Chacón, CSsR