
20 Mar Domingo III de Cuaresma: El viñador misericordioso, el Dios de las oportunidades.
Entre una zarza y una higuera discurre este domingo de Cuaresma. “Viendo el Señor que Moisés se acercaba a mirar, lo llamó desde la zarza: «Moisés, Moisés». Respondió él: «Aquí estoy». Dijo Dios: «No te acerques; quítate las sandalias de los pies, pues el sitio que pisas es terreno sagrado»”. ¡qué importante la sana curiosidad de Moisés! Y el ¡aquí estoy! Disponible, abierto, a lo que Dios quiera. Sin miedo ni vergüenza. ¿Qué pides Señor de mí? Y Dios responde: que te descalces. Pisas terreno sagrado. Qué necesario es también esto. La fe pide de nosotros delicadeza, saber reconocer en nuestra vida y en las vidas ajenas los terrenos sagrados donde tengo que caminar descalzo, pisar suavito y tratar de respetar mucho y manchar poco mi paso con mis palabras o comentarios imprudentes.
Y Dios le dijo a Moisés: “He visto la opresión de mi pueblo en Egipto y he oído sus quejas contra los opresores; conozco sus sufrimientos”. Así se revela a Moisés como un Dios compasivo, que ve y escucha a su pueblo, que conoce sus sufrimientos. No le da igual. No está lejos en su palacio celestial siendo abanicado por angelotes, querubines y serafines. El nuestro es un Dios preocupado por los que sufren. Como se atrevió a formular San Bernardo de Claraval en la Edad Media magistralmente: “Es un Dios impasible sí (nada le afecta porque es todopoderoso), pero no es incompasible”. Nuestro Dios elige sentir y padecer, sufrir y llorar humanamente, como nosotros y con nosotros. Ninguna de nuestras tristezas, injusticias y sufrimientos le da igual; le importamos demasiado, nos quiere demasiado, ¡ha puesto mucho de Él en nosotros! ¡Somos su imagen! Y se nos olvida con demasiada frecuencia.
Moisés empieza a ver que le va a tocar a él afrontar ese Éxodo de liberación del pueblo, y empieza a poner dificultades a Dios, para esa misión: “Si ellos me preguntan: “¿Cuál es su nombre?”, ¿qué les respondo?”. Entre éxodo 3 y 5, hay 5 negativas o dudas de Moisés a Dios, 5 reparos antes de aceptar la misión. Quizás por miedo, quizás por no sentirse capacitado. Pero Dios es paciente y cree en él, le da tiempo. Esto nos conecta con el segundo árbol de hoy, la higuera.
Ante la higuera que no da fruto, cualquiera se pondría serio y resolutivo. Con los actuales criterios de eficacia y productividad, la resolución es clara: se corta y se planta otra que sea fértil y dé fruto. Damos gracias a Dios que tiene otro concepto de eficacia y de productividad, él entiende el corazón humano, sus atascos y retrocesos, sus tiempos infructuosos. “La paciencia de Dios es nuestra salvación” (2 carta de San Pedro 3). Por eso nuestro Dios se identifica bien con la postura de este viñador misericordioso: “Señor, déjala todavía este año y mientras tanto yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto en adelante. Si no, la puedes cortar”». La compasión de Dios nos salva el pescuezo más de una vez. Por eso hay que tener siempre cuidado con los radicalismos fanáticos, con los que ven todo blanco o negro, con los amantes de la “claridad absoluta”… porque ese filtro escrupuloso no lo pasa nadie, ni tan siquiera ellos. ¿Oh acaso, ellos son siempre dignos, puros, perfectos, santos…? Cuidado con los amantes de la objetividad moral, de la norma incuestionable, que no admite circunstancias ni condicionantes… siempre hay condicionantes, unas veces atenúan y otras agravan la culpa. Pero nada humano ocurre asépticamente, sin motivaciones, sin fragilidad, sin intención -en una palabra- sin narrativa, sin historia. Algunos tienen una idea siniestra de Dios, y esperan de Él una justicia implacable, una espada finísima que separe en nosotros bien y mal, y sentencie con dureza la culpabilidad. Pero Dios no es así. Su justicia es parcial y compasiva: lo que le pone en marcha es -lo ha confesado hoy a Moisés- “He visto la opresión de mi pueblo y he oído sus quejas …; conozco sus sufrimientos”.
Dios cree en los procesos humanos. Él nos conoce bien. Conoce nuestros límites y también nuestras posibilidades. Sabe de lo que somos capaces, por eso ESPERA PACIENTEMENTE, AGUARDA Y CREE EN NOSOTROS. La cuestión más difícil es si nosotros seremos capaces de imitarle y seguirle también en este punto: ¿Soy yo capaz de esperar paciente, aguardar y creer en mí mismo, en mi mejora? ¿Soy yo capaz de esperar pacientemente, aguardar y creer en mi hermano/mi hijo/mi mujer o marido y en su mejora? ¿Le doy el tiempo de gracia para que pueda volver a dar fruto?
Víctor Chacón, CSsR