20 Abr Domingo III de Pascua, ¿Arde o no nuestro corazón?
Emaús es claramente el camino del fracaso, de la ruptura de sueños, de los brazos caídos en el regreso de la batalla… volvían a casa porque los años con aquel maestro habían terminado en cruz y muerte. Siempre se vuelve a casa cuando las cosas no van bien y es necesario. Volver al hogar a descansar y curar heridas. Así volvían Cleofás y el otro discípulo anónimo que somos todos.
“Sus ojos estaban incapacitados para reconocerle”. ¿Qué me impide a mí ver a Jesús a mi lado, sentirle? ¿La tristeza y el fracaso como los de Emaús? ¿Mi perfeccionismo, el querer hacer yo todo “a mi manera”? ¿El no terminar de fiarme de Dios y de sus planes? …
Jesús se acerca y se pone a caminar con ellos. Hay mucho de humildad y de pedagogía detrás de esto. Jesús se adapta a su paso y le pregunta interesándose por sus preocupaciones, por su conversación anterior. Les escucha pacientemente. Y solo después de dar estos pasos y dedicarle tiempo al camino con ellos y a la escucha, solo entonces habla. Y toma la palabra para abrirles el oído a la Palabra de Dios y a los misterios que no terminan de entender. No deja de ser llamativo y simpático que les insulte cariñosamente (y ahí varía según las traducciones) ¡pero qué necios sois! (o torpes, o tardos de entender…).
Por último Él se sienta a la mesa con ellos, comparte su pan. Es el desenlace lógico después de compartir camino, conversación e intereses… la relación había ido creciendo rápido y ya sentían muy familiar y muy cercano a aquel extraño del camino que les hablaba con tanta autoridad y convicción. Que calentaba su corazón con su palabra.
En el gesto de partir el pan le reconocen: es Jesús sin duda. ¡qué maravilla! Recuperan la fe en la Vida y en el poder de Dios. Esto lo cambia todo, el viaje a Emaús cobra otro sentido.
Gloria a Dios. Ojalá vivamos muchos Emaús en los que despertemos de nuestros sueños, fracasos y obsesiones absurdas con lo mal que está todo, nuestra vida,… y veamos al que camina a nuestro lado dando Luz y calor.
Víctor Chacón, CSsR