Domingo IV de Pascua. ¡LA PROMESA VALE PARA TODOS!

Preguntaron a los apóstoles «¿Qué tenemos que hacer, hermanos?» Pedro les contestó: «Convertíos y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesús, el Mesías, para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesa vale para vosotros y para vuestros hijos, y para los que están lejos, para cuantos llamare a sí el Señor Dios nuestro».

Pedro les invita a entrar en una vida nueva, en una dinámica nueva a través del bautismo. Llevar una vida en la que el Espíritu, que te ha perdonado, te guía en adelante y te acompaña y no te deja solo. Y esta promesa de salvación es universal, vale para vosotros y vuestros hijos, y para los que se alejaron de la fe… -y por si quedaba alguien fuera, dice Pedro- “Y para cuantos llamare a sí el Señor nuestro Dios”, es decir, todos los que Él quiera salvar. Y él sin duda, desea salvar a todos sus hijos, reunirlos, bendecirlos, acogerlos en la casa del Padre eterno.

El salmo 22, el Buen Pastor, muy leído -quizás demasiado- en Bodas, Bautizos y funerales… dice algo en su redacción que no siempre caemos en contemplar: “en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas. Me guía por el sendero justo…”. El sujeto de todas estas acciones en la vida del creyente es Dios, es Él, el Buen Pastor, quien me hace recostar, quien me conduce a fuentes tranquilas, quien repara mis fuerzas y me guía… es Él el sujeto activo y yo el sujeto pasivo, que como fiel suyo, me dejo recostar, me dejo conducir, de dejo reparar y guiar… o no. A veces hacemos poco caso a esta dimensión pasiva de la fe, a este “dejarnos hacer” y “dejarnos guiar”. Ser creyentes no solo es cuestión de firmeza, decisión y voluntad… a veces lo más importante es saber estarse quietos y ponerse en manos del Buen Pastor, que nos conoce y sabe lo que necesitamos.

“el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz”. ¿Conocemos la voz de Cristo? ¿Estamos habituados a escuchar su voz, sus palabras? Esto es importante porque -señala Juan- hace que las ovejas sepan distinguir a su Pastor de los farsantes, de los extraños… Jesús es el que entra por la puerta, tiene la confianza de los suyos, se la ha ganado con la entrega de su vida, y camina delante de nosotros, enfrentando todos los riesgos y peligros que pueda haber en el camino. Él va delante, él los afronta primero y nos ayuda a pasar incluso “por valles tenebrosos” sin tener miedo. Es bueno alimentar esta relación de confianza, cariño y cercanía con el Buen Pastor. Sabernos en sus manos, querer estar allí y dejarnos cuidar por Él.

Víctor Chacón, CSsR