Domingo VI de Pascua: Creyentes sin (auto)engaños: Sinodalidad, Palabra y Espíritu.

 

“Hemos decidido, por unanimidad, elegir a algunos y enviároslos con nuestros queridos Bernabé y Pablo… Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables: que os abstengáis de carne sacrificada a los ídolos, de sangre, de animales estrangulados y de uniones ilegítimas. Haréis bien en apartaros de todo esto. Saludos”.

Vivir es convivir si no eres un monje o monja eremita en la soledad de su celda. Y convivir es tener diferentes opiniones y, al final, conflictos. Me encanta la manera que tuvieron en la primitiva comunidad de resolver sus conflictos. Unos tratan de imponer a los nuevos conversos (procedentes del paganismo) costumbres y usos judíos, concretamente la circuncisión. Hay tensiones y discrepancias. Y enviaron una delegación, un grupo de personas, a Jerusalén a consultar a los apóstoles y presbíteros. Buscaban comunión, buscaban asegurarse de la necesidad de aquellas prácticas impuestas para vivir y seguir a Jesucristo.

La expresión “hemos decidido” se repite dos veces en el texto. Y la segunda con más fuerza aún, validados por el Espíritu Santo. Es la fuerza de la comunión, de decidir juntos, de escuchar, buscar no la imposición de mi criterio y mi verdad, sino atender a visiones y realidades que no son la mía. Saber que yo no abarco todo, que hay sabiduría que yo quizás aún no tengo, y hechos objetivos que quizás se me han pasado por alto y es bueno que alguien me recuerde.

De todas las cosas buenas dichas sobre León XIV, algunos han dicho “es un hombre que escucha y consulta antes de decidir”. Esto me parece maravilloso. Asegura una dinámica sana y sanadora de heridas y de ruptura de comunión en la Iglesia a través de la Sinodalidad. Heridas que han creado el fanatismo, la soberbia, la prepotencia de algunos que decidieron sin escuchar ni consultar ni tocar realidades donde había sufrimiento y ellos pusieron un poco más aún. Dios se lo perdone.

Creo, junto a nuestro Papa León, en una Iglesia que enseña sí, pero antes escucha y consulta… que se entera de realidades y conoce a las personas y sus situaciones. No pontifica realidades ideales, sino que escucha y acompaña situaciones complejas, vidas humanas, tan valiosas como frágiles. Francisco lo hizo antes. Y Jesús de Nazaret lo hizo mucho antes y nos mandó hacerlo con su “amaos”.

Evangelio de San Juan: “El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él”. Juan da una concreción sencilla y preciosa del amor a Dios, ¿cómo vivir el amor a Dios? ¿Cómo practicarlo? Guarda su Palabra. Escucha la Palabra de Dios, medítala, acógela en tu corazón. Porque si lo haces, estás entrando en diálogo con aquel que amas. Serás amado por Él y serás morada de Dios. Como María, la mujer sabia que acogió tanto la Palabra que la hizo carne en su seno. Acoger la Palabra de Dios siempre trae fecundidad, como pasa en la vida de María. Y apartarse de la Palabra sin duda trae esterilidad, pues es entrar en terrenos oscuros donde no está ni la luz ni la sabiduría de Dios.

“El Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho”.

El paráclito, literalmente en griego paráklētos; que se traduce por: ‘abogado’, ‘intercesor’, ‘consolador’. El que me protege y defiende, el que me acompaña en mis luchas. El Espíritu es nuestro protector y nuestro consuelo. Bálsamo que sana el alma herida. Jesús se va pero no nos abandona, no deja solos a sus discípulos. Les da un protector que los cuida y acompaña.

Al Espíritu Jesús le da dos tareas más: Maestro y Memoria. Maestro: será quien os lo enseñe todo. Esto es: tenéis que aprender del Espíritu, aprender a dejaros guiar y enseñar por Él. Invócalo, pídelo en tus ratos de oración. Pide que venga a ti, a tu vida, a tu entendimiento. Que inspire tus palabras y guie tus decisiones.

Memoria. “Será quien os recuerde todo”. La memoria es muy importante para el pueblo judío (Is 44, 21: “Recuerda estas cosas, Jacob, porque mi siervo eres. Yo te he formado, siervo mío eres; Israel, no me olvidaré de ti”. Hay una memoria que es salvación. Recordar mi vínculo con Dios, mi procedencia de Dios. No estoy solo ni camino solo, tengo su Espíritu, tengo su gracia. Haz memoria de todo lo que Dios ha hecho por ti, pídelo al Espíritu. Que no me olvide de ti y de tus cuidados. El mal espíritu quiere que tengas mala memoria. Así que fortalece la Memoria que te une a Dios y a su salvación.

Víctor Chacón, CSsR