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13 Feb Domingo VI del Tiempo Ordinario: Cardo seco o árbol verde, dime de quién te fías.
“Maldito quien confía en el hombre, y busca el apoyo de las criaturas, apartando su corazón del Señor. Será como cardo seco…”. “Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza. Será un árbol plantado junto al agua…”. Así inicia este domingo la profecía de Jeremías, recordando que dependiendo de en quién o qué pongamos nuestra confianza, nuestra vida será estéril o fértil. Capaz de dar fruto o incapaz. El profeta asocia la esterilidad a fiarse solo de lo humano y de las criaturas, “apartando el corazón del Señor”. Fiarse de Dios, en cambio, equivale a tener las raíces bien regadas… a poder seguir creciendo y dando fruto incluso en épocas de sequía, ya que el manantial que tenemos nos nutre muy hondo y nos da resistencia y adaptabilidad a los cambios que vengan. La fe nos da esta firmeza y solidez, porque oramos, porque nuestra confianza está puesta en Dios, en su amor y su Palabra; no nos quiebra cualquier golpe ni cualquier viento nos tumba.
Lucas presenta sus cuatro bienaventuranzas asociadas a otras cuatro maldiciones que refuerzan su mensaje. Es importante verlas así, unidas y en equilibrio, buscando darnos solidez a los discípulos.
Pobres y ricos es el primer equilibrio. Lucas en su evangelio nos describe a los discípulos como pobres o personas que se han hecho pobres. Él entiende que para Jesús la posesión y el reino de Dios es totalmente incompatible. Lo que Lucas realmente exige es estar dispuestos a abandonarlo todo. Viviendo en una época y en una sociedad burguesa no piensa que la pobreza deba tomarse al pie de la letra; sino que busca incitar a la generosidad al desprendimiento.
Enric Benito es un médico mallorquín que escribió un libro precioso: “El niño que se enfadó con la muerte”. En él, hace un repaso por su vida y su vocación de médico y narra como en sus orígenes en Palma, hubo un momento de tentación inicial de ser “médico de turistas” en centros privados de Palma, se ganaba “mucha pasta” y atendías cosas sencillas generalmente: insolaciones, borracheras, deshidrataciones… pero el pensó en un momento: “no me hice médico para esto, me estoy prostituyendo. Tanta ciencia no hace falta para curar borracheras e insolaciones. Me estoy faltando el respeto a mí mismo y a la profesión médica”. Y encontró su camino para, ganando menos dinero, servir a los demás en la incipiente rama de oncología. Es importante que como Enric nos preguntemos: ¿Estoy aprovechando bien mis dones, mi inteligencia, mi tiempo, mis recursos? ¿Al servicio de quién estoy yo? ¿Tiene mi vida un sentido social y fraterno o vivo solo para mí y mis cosas?
El hambre y la saciedad. Tener hambre no es ninguna bendición. La bienaventuranza no se basa en el hambre como necesidad ni en la virtud de un “hambre espiritual”, sino en la intervención inminente de Dios. Los que tienen hambre -y no se han saciado a sí mismos- son los que esperan la acción de Dios. han sido pacientes y no se han buscado sus propios atajos para estar bien. ¿Vivo para saciarme a mí mismo, para tenerlo todo o estoy abierto a la salvación que Dios me da?
Llorar y reír. Detrás de esta bienaventuranza está la teología del Dios consolador. Como Él, el creyente ha de ser capaz de llorar, de compadecerse, de empatizar. Por eso, por ejemplo, no tienen cabida discursos de odio o rechazo de los extranjeros, de los migrantes. No es cristiano y no es bíblico. Pues la biblia nos dice: “No vejarás al emigrante” (Ex. 23,9), “No lo oprimirás” (Lev 19,34) “No lo explotaréis” (Dt 23, 16) “No defraudarás el derecho del emigrante” (Dt 24,17) “Maldito quien defrauda de sus derechos al emigrante” (Dt 27,19), son solo algunos ejemplos. Creemos en un Dios compasivo, y eso nos llama a la compasión. Una compasión inteligente que ha de buscar cauces para la vida, para la convivencia y para la fraternidad.
La persecución y las alabanzas. “Ladran, Sancho, señal que cabalgamos”, frase falsamente atribuida al Quijote, es una expresión que se utiliza para hacer frente a las críticas. Si nadie habla mal de ti es que no le importas a nadie y que lo que haces no tiene repercusión. Es bueno que “ladren”. “Ay si todo el mundo habla bien de ti”, nos dice el Evangelio. Alguien está mintiendo, porque no se le puede caer bien a todo el mundo. Aprendamos a obrar buscando la coherencia y la libertad, y no pensando en la opinión ajena. Esto nos dará mucha paz, mucha luz y mucha bienaventuranza… seremos dichosos.
Víctor Chacón, CSsR