
28 May Domingo VII de Pascua, Solemnidad de la Ascensión del Señor: Aprendiendo a ser tus testigos, no fluir sino dejarse hacer por el Espíritu.
“No os toca a vosotros conocer los tiempos o momentos que el Padre ha establecido con su propia autoridad; en cambio, recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis mis testigos”.
Muchos de nosotros vivimos en una obsesión por el control, por los planes, por la eficacia y el cumplir objetivos. Está bien planificar y tener objetivos, tener propósitos…denota interés y proactividad, querer aportar y ayudar. Expresa deseo y es lo contrario del descuido o incuria. Jesús frena la curiosidad malsana de los discípulos con ese “no os toca a vosotros conocer los tiempos”. Vivid con sinceridad, vivid con autenticidad, sea cual sea el plazo. No hagáis como los malos estudiantes que estudian solo el día antes porque “bajo presión rinden más”. Aprende a vivir sin presión, serenamente.
Esto nos lleva al inicio de la lectura primera de Hechos: “fue llevado al cielo, después de haber dado instrucciones a los apóstoles que había escogido, movido por el Espíritu Santo”. Hay dos pasivas detrás de las 3 acciones de Jesús: ser llevado al cielo, dar instrucciones, dejarse mover por el Espíritu. Ahora se lleva mucho eso de “fluir”. Los jóvenes fluyen como los líquidos… o no fluyen. Este verbo expresa bien su realidad y la sociedad en la que viven, hay pocas certezas, pocas cosas sólidas, todo es cambiante e inestable…con lo cual, han de mimetizarse en esa sociedad líquida y dejarse llevar, ¡fluir! Sin embargo hay que poner límites y de vez en cuando decirle al joven: si a ti no te fluye venir a catequesis, a mí tampoco me va a fluir que tú te confirmes. Los límites son sanos y muchas veces oportunos. Jesús no fluía sin más, sino que se dejaba hacer y guiar, pero no por cualquiera, sino por el Espíritu Santo. Hemos de aprender esto. Vivir en un proceso de escucha y maduración donde no siempre hay que hacer o decir, a veces lo importante es escuchar, esperar, madurar al sol (como las frutas) y dejarse hacer por el Espíritu.
Carta a los Efesios: “El Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, e ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama”. ¿Comprendo ya cuál es la esperanza a la que me llama Dios? ¿Siento que me ha dado ya Dios ese espíritu de sabiduría para conocerlo y ponerme a su servicio? Los primeros cristianos tenían muy claro que se esperaba de ellos un papel activo en la edificación de la naciente Iglesia. Eran pocos y “pringaban todos”, no había escapatoria posible. Con el paso de los siglos, hemos crecido mucho, a millones y hemos creado comisiones y departamentos de gestión… y “unos por otros… la casa sin barrer”. A lo mejor es bueno que, como cristianos adultos volvamos a preguntarnos como hacía Pablo a los Efesios: ¿Cuál es la esperanza a la que os llama Dios? ¿Dónde te quiere el Señor plantado y dando fruto? Tu vida alegra a Dios y enriquece a la Iglesia, no lo olvides.
Lucas narra así la escena de la Ascensión del Señor: “mientras los bendecía, se separó de ellos, y fue llevado hacia el cielo. Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios”. Por fin estaban listos para separarse y ocurrió sin trauma. Los bendijo, se separó y fue llevado al cielo. Jesús nos ama tanto que nos quiere libres y no dependientes de Él. Un catequista, un acompañante, un sacerdote que hace bien su trabajo es este: el que forma para que nadie dependa de él, sino que tengan sus propias convicciones y seguridad, su propia relación con Dios y el Espíritu. Jesús se va, pero no se desentiende de nosotros. Nos deja en manos del Espíritu, para dejarnos guiar, para seguir creciendo y dando fruto. Jesús se va, para dejarnos espacio para crecer, para que despleguemos las alas de la fe: él dijo “quien crea en mí hará las obras que yo hago y aún mayores” Jn 14, 12. Así que te toca superar a Jesús. Tranquilo, él no se pone celoso. Todo lo contrario, estará muy orgulloso de ti.
Víctor Chacón, CSsR