Domingo X del tiempo ordinario: ¿LOCO, ENDEMONIADO O APASIONADO?

 

El capítulo 3 de San Marcos es una gran síntesis de la vida de Jesús y sus obras. En ellas se mezclan curaciones, predicación, polémicas de la vida de Jesús y la elección de los Doce apóstoles. Pero llaman la atención dos momentos que seguramente fueron amargos en la vida de Jesús. Le acusan de estar loco y también de estar poseído.

Literalmente Marcos dice: “Jesús llegó a casa con sus discípulos y de nuevo se juntó tanta gente que no los dejaban ni comer. Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque se decía que estaba fuera de sí”. Por un lado, la muchedumbre que le sigue, que ve algo en él que les encanta… Jesús fascinaba y atraía, daba un mensaje de consuelo y esperanza. Hacía reír y soñar hasta en los tiempos más duros. Por otro lado, empiezan los rumores (seguro malintencionados) de algunos: “está fuera de sí”, “no está en sus cabales”, “ya no es el Jesús de siempre”, “la fama se le subió a la cabeza” …

Que la familia vaya a recogerle y sacarlo de allí puede ser tan bueno como malo. O querían protegerle y evitar que siguieran hablando de él o querían “hacerle entrar en razón” y que asumiera un estilo de vida más discreto, sin llamar tanto la atención, sin generar tanta expectación ni desafiar a nadie. “Grita el reino sí, pero suavito”… un contrasentido. Jesús tuvo muy probablemente que enfrentarse a la dolorosa experiencia de que amigos y familiares dudasen de él, no creyeran en él plenamente. Le tomaron por loco. Y aceptar eso debió doler y costarle alguna lágrima.

Después están los escribas (de Jerusalén) que decían: «Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios». Esta crítica quizás era menos dolorosa, pues no venía de gente cercana ni conocida, pero era la crítica de la autoridad. Y era de cara al público, hacer una enmienda a la totalidad. Cuestionar totalmente el poder con el que Jesús sanaba, la autenticidad de su predicación de Dios (al que llama Padre suyo).

¿He tenido yo esta experiencia de ser tenido por loco, de ser criticado o no tener el apoyo de los más cercanos? Pues tranquilo, Jesús te entiende muy bien. Pero veamos el otro lado del asunto, porque criticados somos a veces todos, pero seguro que también caemos en hacer las críticas. ¿Trato de ser prudente cuando critico, de medir las palabras, de no hundir a la persona o destruir sin más su buen nombre con un prejuicio o una etiqueta?

Él les pregunta: «Quiénes son mi madre y mis hermanos?». Y mirando a los que estaban sentados alrededor, dice: «Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre». Jesús llama por encima de críticas y prejuicios a buscar a Dios y su reino, su voluntad. (Lc 11, 28: “Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen”. “Mi madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica” (Lucas 8,19-21). Necesitamos cimentar la vida en la Palabra de Dios, en la búsqueda de su voluntad. Eso hará nuestra fe auténtica y nuestro seguimiento verdadero, nos convertirá en auténticos discípulos. Solo una vida que se apoya realmente en Dios y en su Palabra puede vencer todo insulto, toda calumnia, toda desacreditación y hacerlo con paz interior… sin tambalearse por lo que ocurra fuera. Ojalá cale esto en nuestra vida y hagamos nuestro seguimiento más sincero y profundo, menos epidérmico, menos sujeto a modas o corrientes, más personal y a la vez más comunitario como Jesús quería. Por aquí hemos de andar.

Víctor Chacón, CSsR