Domingo XIX del Tiempo Ordinario: Un pan de eternidad y salud

El libro de los Reyes nos deja una escena sorprendente: “Elías se levantó, comió y bebió, y, con la fuerza de aquella comida, caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el Horeb, el monte de Dios”. cuarenta en la biblia es símbolo de totalidad, de tiempo incontable… Aquella comida era realmente nutritiva y le sanó todo su cansancio y todo su mal, porque recordad que Elías quería morir… y ahora es capaz de seguir caminando hasta 40 días con sus 40 noches… ¿serían como las espinacas de Popeye? Sin duda fue una comida terapéutica, le curó, estaba hecha con cariño, con buenos ingredientes y la comió con ganas, todo esto influye. Esta lectura nos prepara a valorar y entender así la Eucaristía, el alimento que Dios nos da. Y que también puede tener en nosotros esos efectos terapeúticos y casi mágicos. Dios mismo que repara nuestro cansancio y desazón, que calma nuestras ansias y nos anima a seguir el camino no sin antes haber descansado con Él y reparado las fuerzas con buena comida.

Pablo da algunas claves a los Efesios: “No pongáis triste al Espíritu santo con el que habéis sido marcados… Desterrad de vosotros la amargura, la ira, los enfados e insultos y toda la maldad. Sed buenos, comprensivos, perdonándoos”. Mi vida marcada por el Espíritu, está llamada a alegrar a otros y alegrarme a mí mismo gracias al Espíritu. La docilidad al buen Espíritu quitará de nosotros los malos espíritus y humores que a veces se nos cuelan, cuando tratamos de dominar todo y cerrar un plan que no cuenta con Dios ni con el prójimo. Y los planes humanos son tan frágiles o más que el cristal, así que mejor actuar guiados por el plan de Dios que tiene y da solidez.

Jesús tomó la palabra y les dijo: “Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre”. El pan de la vida que no deja morir a nadie. Un pan tan poderoso que por haber comido, aunque solo sea una vez, el mismo Dios te llama a su presencia y te acoge en su casa. Un pan que lleva en sí semilla de eternidad, pues viene de Cristo y es Cristo, quien lo come no morirá para siempre. Quien lo come, aprenderá a vivir como Cristo entregándose, dándose a tantos y tantas veces que así es imposible morir. Este pan enseña a las personas a seguir obrando el milagro de los cinco panes y dos peces. Nos ayuda a tomar lo poco (las pobrezas de nuestra vida, lo que somos), bendecirlo, partirlo y repartirlo. Y lo poco en manos de Dios se multiplica y llega a ser mucho. Este es el milagro. ¿Vas a dejar que Dios multiplique tu vida? ¿Vas a tratar de recibir y ser Eucaristía? ¿Vas a dejarte sanar por este alimento medicinal que Dios te envía del cielo? ¿Vas a tratar tú de serlo en la tierra para otros hermanos tuyos? ¡Chica tarea tenemos! Así que mejor siéntate y descansa un poco, después comerás de este pan hasta hartarte y seguirás tu camino hasta 40 días y 40 noches o más… con la bendición del Pan de Dios dentro de ti.

Víctor Chacón, CSsR