
09 Jul Domingo XV del T.O.: “Esto que te mando no es tan difícil”. Concretando el amor cristiano.
Deuteronomio. Primera lectura de este domingo apunta a lo importante, a lo esencial de la Ley divina y al lugar que ocupa en la vida humana: “Este precepto que yo te mando hoy no excede tus fuerzas ni es inalcanzable (…), está muy cerca de ti, en tu corazón y en tu boca, para que lo cumplas”.
A veces tenemos la tentación de ver la práctica religiosa como algo complejo, difícil y lejano. Como un horizonte inalcanzable, propio de personas místicas, seres espirituales libres de tentaciones o debilidades. Pues bien, esos seres no existen, y aunque a veces se nos narren en historias ejemplos admirables, hay bastantes cosas que relativizar. Idealizar demasiado a alguien siempre trae complicaciones, porque cuando descubro la verdad completa no sé bien cómo encajarla con la idea de antes que yo tenía. Idealizar el camino cristiano también es peligroso, porque idealizar es eso… alejar al “mundo de las ideas” y separar de la tierra. Y eso es justo lo contrario a lo que Jesucristo vino a hacer, encarnándose, tomando nuestra realidad de barro, frágil y humana, para redimirla y abrir caminos nuevos de sentido y salvación.
Ergo, lo que Dios nos manda no es inalcanzable, ni está muy lejos o es muy difícil. Es la ley que puso en nuestro corazón y en nuestra boca la ley del amor a Dios, al prójimo y a nosotros mismos.
¿Cómo vivir y realizar este amor? ¿De verdad no es tan complejo? No, no lo es. El Buen Samaritano es la parábola que Jesús pone a quien le pregunta por su prójimo. En ella Jesús nos muestra cómo un samaritano, un hombre de tierras paganas (y por tanto, no creyente) es capaz de amar y “practicar la misericordia” con el que encuentra herido y maltratado en su camino. No es cuestión de ser muy religiosos y rezadores, sino estar atentos y sensibles a lo que va ocurriendo en tu camino, en tu día a día. Es cuestión de estar despiertos. La oración que hemos de hacer tiene que ayudarnos a estar despiertos y atentos, ágiles para servir y ayudar donde se necesite.
El Papa Francisco nos advertía en Fratelli Tutti: “Ser creyentes y agradar a Dios puede no coincidir siempre. La paradoja es que a veces, quienes dicen no creer, pueden vivir la voluntad de Dios mejor que los creyentes” (FT 74). Ojo con la sensación de santidad y justificación que puede dar la religiosidad, aparentemente me hace sentirme cerca de Dios, pero si no hay compasión concreta y misericordia en mi vida, es una falsedad. Un simulacro de cristianismo, no una verdadera experiencia religiosa.
El samaritano: “viéndolo, se compadeció de él. Se acercó, le curó las heridas con vino y aceite, y se las vendó. Luego lo montó sobre su propia cabalgadura, lo llevó a un alojamiento y lo cuidó. Al día siguiente pagó al posadero y le dijo: Cuídelo y lo que gaste de más, se lo pagaré cuando yo vuelva”.
Hay 10 verbos en pocos versículos. Diez acciones del amor compasivo del samaritano. Su amor es así compasivo y activo, se preocupa, se interesa, se complica la vida. Piensa no solo en su bienestar presente sino en los cuidados futuros que pueda necesitar.
¿Cuánto hay en nuestra vida de este amor compasivo y activo? ¿Nos preocupamos e interesamos por los demás realmente o tratamos de no complicarnos la vida y de quitarnos pronto de en medio “los problemas”? Tenemos una estupenda tarea por delante que nos deja Jesús: Aprender a sentirnos prójimos de los demás. No esperar que ellos se acerquen, sino “hacernos prójimos” nosotros.
Víctor Chacón, CSsR