Domingo XVI del T.O.: La visita inesperada de Dios.

 

Dice el Génesis (primera lectura de este domingo): “El Señor se apareció a Abrahán junto a la encina de Mambré, mientras él estaba sentado a la puerta de la tienda, en lo más caluroso del día. Alzó la vista y vio tres hombres frente a él. Al verlos, corrió a su encuentro, se postró en tierra y dijo: “Señor mío, si he alcanzado tu favor, no pases de largo junto a tu siervo”.

Puso en marcha a su mujer, Sara, a hacer comida y acogieron aquella visita inesperada. Los trataron lo mejor que pudieron con los medios que tenían: tortas de pan de harina, cuajada, leche y ternero guisado. Se dieron por entero. Abrahán sabía que estaba Dios en aquella extraña visita. Se sentía bendecido con ella. La hospitalidad es bíblicamente uno de los rasgos que acompaña a los hombres y mujeres de Dios. En muchos monasterios cristianos es un valor esencial. Acoger al peregrino, al extraño, al que va de camino…y acogerlo como si fuera Dios. Es más, desde la fe y el pasaje de Mateo 25, “Fui forastero y me acogisteis”, sabemos que Dios está explícitamente en el prójimo. Por eso es bueno que midamos bien y recemos bien nuestras actitudes y palabras hacia los prójimos. Aquellos esperados y conocidos, y aquellos inesperados y extranjeros. Dios puede estar y de hecho está en cada visita.

Pienso en Torre-Pacheco, localidad que por fortuna conozco bien y he visitado durante varios años. Los misioneros redentoristas hemos predicado allí misiones y tenido trato con aquella buena gente, durante bastante tiempo. Y tenemos buenos amigos allí. Pienso en los desvaríos y el odio vertido de tantas formas distintas por distintos medios y en redes sociales. Hay un problema real y complejo que afrontar con la presencia de inmigrantes que viven y trabajan allí, en los campos. Sería bueno y deseable que nuestros políticos buscaran soluciones constructivas, en lugar de aprovechar las aguas revueltas para sacar rédito electoral, los de un lado y los de otro. Hay mucha generalización en los análisis y crónicas que se hacen. Y las generalizaciones y las ideas simples triunfan en las mentes simples y los corazones estrechos, donde el prójimo no cabe. Y Dios tiene muy difícil, sino imposible, visitar nada.

Me detengo en el evangelio expresivo de este domingo: “Marta, en cambio, andaba muy afanada con los muchos servicios” (…) le dijo el Señor: «Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria. María, pues, ha escogido la parte mejor, y no le será quitada». El texto señala por un lado el afán de Marta con los servicios, con la tarea por hacer. Y por otro lado la ausencia de María en ese hacer, porque ella estaba dedicada a otra cosa, a escuchar a Jesús. Si hay que priorizar, Jesús nos anima a sentarnos y escuchar, para esto debe haber siempre tiempo. Porque “las cosas por hacer” pueden distraer de lo esencial, pueden convertirse en una huida de Dios y de nosotros mismos. Es bueno serenarse, parar y escuchar(nos). Escuchar a Jesús siempre será prioritario para un cristiano, pero no puede ir separado -ni ser excluyente- de una necesaria escucha de nosotros mismos, de nuestro corazón, de lo que sentimos y vemos, de estar conectados con nuestra realidad y necesidades, con la presencia del Dios peregrino que pasa también por nuestra vida y entra en nuestra historia para sanarla y bendecirla a su paso. ¿Quién se fue más sanada Marta o María? Sin duda María, que acogió al Señor como Abrahán y Sara. Que se sentó, le escuchó y paró de “hacer” para “ser” y “estar” con Él. Tenemos tarea pendiente por “dejar de hacer”. Ánimo con eso de parar y escuchar.

Víctor Chacón, CSsR