
01 Oct Domingo XXVII del T.O.: El justo vivirá por su fe-fidelidad
“¿Por qué me haces ver crímenes y contemplar opresiones? ¿Por qué pones ante mídestrucción y violencia, y surgen disputas y se alzan contiendas? Me respondió el Señor: Mira, el altanero no triunfará; pero el justo vivirá por su fe”.
El profeta Habacuc clama desde el dolor del sinsentido. Grita por el sufrimiento que le rodea. Pide a Dios que ilumine tanto dolor y destrucción. Y recibe una profecía: “El justo vivirá por su fe”. Hay otras traducciones que dicen: “vivirá por su fidelidad”. Ambas tienen razón. En hebreo fe y fidelidad comparten la misma raíz semántica. Creer y ser fiel es lo mismo. Por eso a los creyentes se les llama “fieles” (y algunas religiones llaman infieles a los que no creen o profesan otra religión distinta a la suya). Creer procede de la raíz hebrea mn’ (amán), de la que deriva la palabra amén, que es la afirmación básica de la fe: yo creo.
Ser fiel equivale a fiarse de algo o alguien, y por ello, mantenerse a su lado o apoyarse en él. La fe-fidelidad de los cristianos es apoyarse en Dios y en su Palabra y creer contra toda esperanza, por más dura que sea la tormenta. Dios no nos abandona. Él nos sostiene en las palmas de sus manos. Esto predicaba bien Teilhard de Chardin un día en su iglesia: “Dios tiene dos manos, con una nos sostiene y con la otra nos acaricia”. Una feligresa un tanto dolida quizá por su circunstancia le dijo: “Yo no siento la mano de Dios que me acaricia”. Y Teilhard respondió: “Entonces, hermana, es que Dios te está sosteniendo con las dos manos para que no caigas”. Me parece genial y auténtico. No siempre sentimos igual a Dios. Hay periodos de silencio tranquilo y otros de silencio doloroso. Tiempo de esperar a que las heridas cierren y cicatricen, se necesita un proceso, un tiempo y cuidados. Se necesita aprender a ser paciente (del griego pathos, sufrir). Ser paciente también va de la mano de la fidelidad.
Me parece importante esto. ¿Sé ser paciente y fiel en mis luchas y heridas, doy tiempo a Dios y me dejo ayudar, busco salir de mí mismo y caminos que me ayuden? ¿O abandono la oración, dejo de ir a misa, dejo de hablar con otros y me encierro en mí mismo? ¿Sé ser paciente y fiel con los demás con sus heridas y procesos, sé darles tiempo para sanar? Sugerir, esperar, acompañar… en silencio y con cariño. Ojalá crezcamos en esto.
Pablo a Timoteo es sensacional: “Te recuerdo, hermano, que reavives el don de Dios que hay en ti por la imposición de mis manos, pues Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino de fortaleza, de amor y de templanza”. No eches a perder el don que eres para los demás. No abandones ni desprecies la gracia que Dios puso en ti. Te puedes desanimar o cansar, pero no tires la toalla. Te queda camino por recorrer. Pablo, que es muy cuco le dice: “toma parte en los padecimientos por el Evangelio, según la fuerza de Dios”. No según tus fuerzas!! Apóyate en Dios. Te cansas porque remas sólo, no te dejas apoyar por Dios, ni por la comunidad ni por quienes te quieren. Rema con Dios. “El alma que anda en amor ni cansa ni se cansa” decía S. Juan de la Cruz.
Lucas 17 es un canto a la fe que se traduce en obras… “¿Acaso tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: cuando hayáis hecho todo lo que se os ha mandado, decid: “Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer”. Somos tus siervos Señor, debemos servirte. Hemos elegido tenerte como señor y dueño, como jefe y patrono de nuestra vida. Y no hay jefe mejor. Vivir la vida como servicio y ofrenda es una clave estupenda. Hago lo que puedo, lo posible, con los talentos que Dios me dio. Él me conoce y si me dio 2 talentos no me pedirá 5. No hay presión ni exigencia, solo una llamada a crecer en el amor y la fidelidad. A aprender a entregar la vida día a día, poco a poco, persona a persona. En cada circunstancia. Y si me equivoco, pido perdón, me levanto y sigo caminando con un aprendizaje nuevo que me regala la humildad. Siervos inútiles somos, ¡pero qué útiles cuando nos dejamos modelar por ti Señor!
Víctor Chacón, CSsR