07 Nov Domingo XXXII del Tiempo Ordinario: Aprendiendo a ser débiles y creyentes auténticos
La viuda de Sarepta contesta así a Elías en su desesperación: “Estoy recogiendo un par de palos, entraré y prepararé el pan para mí y mi hijo, lo comeremos y luego moriremos”. Estaban al límite de sus fuerzas y de sus recursos. No podían más. Se disponían a acabar los últimos recursos de su despensa y a morir. Pero he aquí que Elías el profeta les pide compartir su última comida y darle a él un poco -¡qué atrevido el profeta!- les pide un último acto de fe en Dios. Y es que Elías sabe que al tocar la precariedad y el propio límite, al saber que ya solo no puedes subsistir, estás más abierto a Dios y a su acción en tu vida. E invita a esto a la viuda. “Precisamente donde topamos con nuestra impotencia, allí es donde nos vemos abiertos a Dios. Dios nos forma a través de nuestros fallos, de nuestros fracasos. Así es como Él nos conduce por el camino de la humildad, que es el único que lleva a Dios” (Anselm Grün, La sabiduría de los padres del desierto).
Entiende hermano y hermana, que, cuando te crees fuerte eres profundamente débil y te estrellarás antes o después si solo te apoyas en ti mismo. Ya que estás cerrado en ti y cegado a muchas cosas por el orgullo. Y que, cuando reconoces tu debilidad, caminas con prudencia, sabes de tus límites… y por ello, te fías de Dios y te pones en sus manos, eres más fuerte de lo que jamás hubieras soñado ser.
La situación tras la Dana en Valencia ha sido una tragedia terrible en la que aún se están calculando daños materiales y pérdidas humanas. Muy triste. Sin embargo, ha habido otra cara sorprendente y maravillosa que la tragedia ha revelado: la inmensa solidaridad, el compañerismo, la cercanía y el espíritu de sacrificio de mucha gente, voluntarios de todo tipo (algunos por su profesión, bomberos, policías, militares, agricultores con sus tractores, dueños de vehículos 4×4 que han ido a ayudar… y muchos, muchísimos jóvenes de la mal llamada “generación de cristal”). A lo mejor puede ser llamada generación “del barro” o “solidaria”, por dar ideas… Cuando uno se fía de Dios aun en la tragedia y la dificultad, ocurre lo que le pasó a la viuda y a Elías: “Por mucho tiempo la orza de harina no se vació ni la alcuza de aceite se agotó”.
Jesús previene a la gente y la instruye: «¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en las plazas, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas y aparentan hacer largas oraciones. Jesús denuncia la falsedad y la apariencia en la religión de estos hombres. Les gusta ser vistos, hoy decimos “posturear”, presumir. Tienen una fama, un nombre y un estilo de vida que mantener: van por la vida “de hombres justos y respetables, cumplidores de la religión, de impolutos, de maestros y referentes en la vida de los demás… y sin embargo, dice Jesús que su religión está vacía. Se aprovechan de la gente humilde -las viudas- con pretexto de largas oraciones por ellas o sus familias. Su actitud y su vida no es la de un creyente, no se fían de Dios en verdad, porque buscan y se procuran su salvación y bienestar ellos mismos. Viven para sí mismos, no para Dios.
«En verdad os digo que esta viuda pobre ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir». Esta mujer sí se fio de Dios, sí es capaz de compartir, de dar de lo suyo. No da lo que le sobra, lo que no quiere o no le gusta… ella es capaz de sacrificio, de entrega. Ella que está necesitada da. La gente humilde es así.
¿Cómo soy yo en el compartir? ¿Doy lo que me sobra? ¿Doy con generosidad? ¿Vivo solo haciendo planes y proyectos para mi comodidad? ¿Postureo mucho como los escribas, doy una imagen que no soy en verdad? Ojalá que aprendamos a fiarnos de Dios como Elías el profeta y las dos viudas de la Palabra de hoy. Él siempre está a nuestro lado, nos acompaña, nos sostiene y nos bendice. Él no sabe ni puede ni quiere abandonar la obra de sus manos.
Víctor Chacón, CSsR