13 Nov Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario: “Tiempo de discernir y de creer”
Galileo Galilei: «La Biblia nos enseña cómo se va al cielo, no cómo funciona el cielo». Importante tomar la Sagrada Escritura como lo que es, un libro de fe y no un libro científico. Por eso hay que tomar como profecía (y no como predicción científica) estas palabras de san Marcos: “el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán”. Por cierto, es bueno recordar que la Inquisición romana enjuició a Galileo en 1633 y le encontró «vehementemente sospechoso de herejía«, sentenciándole a encarcelamiento indefinido (ni le quemó ni le mató como algunos difunden). Galileo estuvo bajo arresto domiciliario hasta su muerte en 1642 por contradecir ideas científicas y filosóficas basadas en aquellas de Aristóteles y Ptolomeo y estrechamente asociados con la Iglesia católica. Hace mucho tiempo la Iglesia perdió el miedo a la ciencia y a que contradiga o destruya las creencias, ¡los científicos tienen más dudas aún que nosotros!
Heisenberg, premio Nobel de Física (1932), y padre de la física cuántica decía: “El primer trago del vaso de las ciencias te volverá ateo, pero Dios te está esperando en el fondo del vaso”. Con lo cual, seguid estudiando, queridos científicos y llegaréis hasta Dios.
La parábola de la higuera tiene un fin preciso. “Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; pues cuando veáis vosotros que esto sucede, sabed que él está cerca, a la puerta”. Por un lado es llamada al discernimiento, a pensar con el razonamiento que Dios nos ha dado. Al igual que observáis la naturaleza y hacéis predicciones, observad vuestro entorno y predecid el momento, reconoced los signos de la presencia de Dios. No busquéis a Dios solo en las catástrofes como el principal culpable (esto es demasiado simple y cómodo), buscadle también entre quienes ayudan, consuelan y reconstruyen tras la tragedia. Ahí sí que está indubitablemente Dios. Buscad a Dios en vuestra vida, en las personas que te escriben o llaman y se preocupan por ti, en quien te prepara la comida o te ayuda con algo de clase, en quien te da de su tiempo o su cariño o tiene algún detalle contigo. Tenemos que desarrollar este “radar de Dios” que es el discernimiento, aprender a detectarle, a saber dónde está Él y su voluntad.
“En cuanto al día y la hora, nadie lo conoce, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, solo el Padre”. Esta es la mayor certeza o previsión que Marcos nos da. Nadie sabe. Y en ello va una llamada profunda a la confianza, a la fe-fidelidad en el Señor de nuestra vida, que nos crea, nos ama y cuida, nos redime. Tres perlas del Salmo 15 que hemos de rezar despacio esta semana, y repetirnos varias veces: “Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré”, “no me abandonarás en la región de los muertos ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción”; “Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha”. Creemos en este Dios providente, presente, fiel y salvador… que acompaña y sostiene nuestra vida; y nos llevará un día a su lado. “No hay temor en el amor, el amor verdadero expulsa el temor” (1 Juan 4, 18). La invitación de este domingo es clara: creer más y amar más.
Víctor Chacón, CSsR