19 Nov «El hombre de las dos familias»
Esta es la historia de una familia, de una supervivencia, que, con la fuerza de la fe, vive con ilusión.
Te presento a Federico, Lico para sus conocidos, y con él, a su familia. Una familia hondureña más, de la Parroquia de Ntra. Sra. De Guadalupe de La Lima. Parroquia amiga para los misioneros redentoristas. Una amistad compartida, vivida y celebrada en distintas experiencias misioneras durante los últimos años.
Las condiciones de vida en Honduras son bien conocidas. Hablamos del tercer país más pobre de América, violencia diaria, corrupción política, sistema educativo y sanitario deficientes, condiciones laborales precarias o inexistentes, economía decadente… Todo ello se ha convertido en caldo de cultivo de una realidad social y familiar de pobreza especialmente difícil para los más pobres, que son la mayoría.
La VIDA siempre busca sobrevivir. Unas veces lo consigue y otras, por desgracia, no. Para muchas familias hondureñas la supervivencia familiar pasa por viajar a países lejanos en busca de unas posibilidades de vida más dignas. Recordemos los tristemente famosos “espaldas mojadas” que cruzan el desierto mexicano hacia la “tierra prometida” de EE.UU., o quienes se aventuran en Europa. Algunos pierden la vida en el intento y muchos se convierten en víctimas anónimas, incluso ignoradas por las estadísticas. Otros lo consiguen, a costa de vivir y trabajar en situación ilegalmente irregular; que no ilegal, pues nadie puede ser denominado así.
Lico es uno de ellos, aunque por suerte, su situación laboral y personal es legal. Lico se vino a Europa dejando atrás “temporalmente” dos familias: la de su mujer e hijos; y su segunda familia que es la Iglesia. Y es que Lico siempre ha sido Delegado de la Palabra y por lo tanto animador espiritual de sus vecinos.
Ya son seis meses los que Lico lleva trabajando sin horario en uno de los grandes y lujosos transatlánticos de vacaciones que recorren el Mediterraneo (el Sinfonía) para deleite de casi 2000 pasajeros. Un día Génova, otro Malta, Túnez, Valencia… Ahí está Lico en medio de su “temporal” mundo de ricos y lujo ganando unos pocos euros que resultan fundamentales para su familia en Honduras. Asiste a la eucaristía siempre que puede, en el puerto y la lengua que se presente, y reza mucho al tiempo que desde allá rezan por él, por su salud, por su soledad… Y es que dos cosas le mantienen firme en la separación y lejanía de su tierra: su familia y su fe en Dios.
Hace tiempo que conozco a Lico y su familia. En mis estancias misioneras en Honduras he tenido la inmensa suerte, y casualidad, de ser acogido entre su familia como uno más. Y sé que para él vivir sin Dios y sin su familia sería imposible.
Él y yo nos sentimos afortunados porque un día el Señor cruzó nuestros caminos misioneros. De vez en cuando nos reencontramos en sus frecuentes atraques en el puerto de Valencia. Pocas horas de charla, pero vitales para él y gozosas para mí.
Para Lico son 24 horas en el mar un día y otro… Un mar de vida en el que se siente como un pez sin su agua, sin su gente… Pero con el firme deseo e ilusión de seguir siendo “pescador de hombres”. Me consta su sencillo acompañamiento espiritual entre sus compatriotas compañeros de trabajo.
Así te he querido presentar a Lico, como un hombre humilde, luchador, padre de familia y hombre de fe. Una persona como tantas otras; hombres y mujeres anónimos para nosotros, pero con familias y vidas reales.
Sirvan estas palabras como un reconocimiento a todos ellos.
Que Nuestro Señor y la Virgen del Perpetuo Socorro les sigan acompañando protegiendo allí donde estén.
P. Manuel Cabello