LAS MANOS DE DIOS

 

La historia que ahora les cuento, lleva muchos años reposando en el tintero. Tal vez les parezca muy infantil, pero va cargada de hambre y sencillez. ¡Va por usted!

Era la primera vez, que yo, dejando la selva verde del Amazonas, me adentraba en otra selva más dura y negra: la selva del hambre y la necesidad. Yo tomaba nota de todo lo que me resultaba extraño y chocante. Y chocante era la escena que me mostró la responsable de uno de los comedores infantiles:

  • Fíjese usted en ese niño que está en el lavabo. Se llama Brayan y es un gran pillo. Usted, no se deje engañar por esa sonrisa tan encantadora. Viene todos los días con su hermanito menor a recibir su alimento, a este comedor. Viven en una casita de una sola pieza con su mamá. Su mamá no tiene pareja que la apoye y está muy necesitada.
  • Y dónde está el misterio, dije yo, por decir algo.
  • Véalo usted mismo. El hermano mayor, se lava las manos después que lo hace su hermanito, menor. A los dos les encanta lavarse.
  • Y ¿qué más?
  • Mire usted, pero con disimulo… El hermano menor vigila si ve que no hay nadie cerca, se lo dice al mayor y éste mete la pastilla de jabón en el bolsillo y con mucha precaución, sale del baño y se sienta a la mesa para tomar su desayuno.
  • Es decir que se lleva la pastilla…
  • Eso es. En su casita, no hay agua ni jabón. Una vez a la semana roba el jabón. Yo lo veo, pero no se lo impido. Cada semana pongo una pastilla nueva, para que ellos se la lleven…

 

Yo apunté: “Brayan, el “manos limpias”. Y, sin más miramientos, le tomé la foto que ustedes ven. Después me fijé en mis manos y no estaban tan limpias como las de ese niño peruano, no…

 

Y es que ahora me doy cuenta que hay muchas clases de manos.

Hay manos para crear; las de Dios: “hágase la luz, hágase la vida”

Manos para bendecir y redimir; las de Jesús.

Manos para acariciar, y dar propina a los nietos; las manos de las abuelas.

Manos para consagrar, las de sus sacerdotes.

 

La Iglesia habla con sus manos. Con las manos de sus misioneros. Con las manos de Cáritas, sabiendo que la caridad cristiana va más allá de la solidaridad, como me aclara Macarena desde Jaén: “Estamos desbordados. Las peticiones de ayuda han aumentado más de un 70%, por culpa de la pandemia. Ya no tenemos recursos; se nos ha agotado el remanente del que disponíamos, pero escuchamos y hablamos con la gente, y se van igualmente agradecidos”.

 

La Iglesia hace el bien con sus Manos Unidas, las de todos los cristianos, para luchar contra la pobreza y el hambre en el mundo.  Cuando la Iglesia habla a  través de sus manos, resulta más creíble que cuando habla con la boca. Así lo afirmaba Pablo VI: “La gente cree más en los que hacen que en los que hablan, o creerá en los que hablamos si también hacemos”

 

Muchas de las noches, cuando dan las doce, las campanas de la torre de mi parroquia, desconecto el ordenador, hago mi última oración y releo, un breve diálogo entre su autor, Pedro Bloch, y un niño, que también cada noche hace su oración. No tiene desperdicio. Dice así:

  • ¿Rezas a Dios?, pregunta el autor.
  • Sí, cada noche, responde el pequeño.
  • ¿Y qué le pides?
  • Le pregunto si puedo echarle una mano y ayudarle en algo y le digo: “Cuenta conmigo. Aquí tienes mis manos”.

 

Me ha descolocado esta manera tan ingenua y sencilla de orar.  Yo lo complico más y me pongo a rebuscar quien hace el mal en el mundo, con sus manos. Porque ciertamente, hay manos violentas. La mano cerrada se llama puño y sólo sirve para hacer daño, para dar golpes, pero las manos de los cristianos deben estar siempre abiertas y nunca cerradas. De una manera más bonita, lo decía un buen católico francés llamado Charles Péguy: “cristiano es el que da la mano, el que no da la mano no es cristiano”.

 

Las mejores manos son, sin duda, las manos de Dios, que son unas manos creadoras y providentes. Yo creo que todos estamos en las manos de Dios, hayamos nacido en ésta o en la otra parte del mar. Dios puede hacerlo todo con sus manos poderosas, pero no quiere. También creo que Dios tiene mil maneras de hacer las cosas, pero quiere contar con nuestras manos, si nosotros se las prestamos.  Es más Dios no hace nada si nosotros no le echamos una mano. Lo contrario sería, una manera muy cómoda de quitarnos de encima los problemas que hay en el mundo

 

Nada más. Les dejo a ustedes en buenas manos, las manos acogedoras y protectoras de Nuestra Madre del P. Socorro. Y con esta meditación:

 

Manos, Dios nos dio manos. Manos para trabajar

Manos. Dios nos dio manos. Manos para ayudar.

Manos para alabar a Dios. Manos para adorar

Manos para saludar. Manos para acariciar

 

Dios habló, con voz clara, pero el hombre tapó sus oídos con sus manos.

Dios nos dio manos, pero el hombre empleó mal sus manos.

Empleó sus manos para amenazar y para disparar. Empleó sus manos para matar.

Y el mundo se llenó de dolor.

 

Pero vino Jesús, que empleó sus manos para bendecir, para sanar y curar.

Empleó sus manos para redimir.

Y dejó sus manos clavadas en la cruz, como testimonio permanente de amor.

De las manos de Jesús, brotó la salvación.

 

Y ¿tú? ¿Qué has hecho con tus manos?

¿Qué estás haciendo con tus manos?

¿Qué vas a hacer con tus manos?

 

Dios no tiene manos. Nosotros somos las manos de Dios. ¡Señor, aquí tienes mis manos!

 

Arsenio