Misión Castell La Rábita Murtas Marzo 2015

MISIÓN EN GRANADA

Parroquias de Castell de Ferro, La Rábita y Murtas (Granada).

(Arciprestazgo Costa Oriental)

(Del 12 al 28 de marzo de 2015)

_______________________________________________

 

SEGUNDA ETAPA DE MISIÓN

Durante diecisiete días se ha desarrollado la segunda etapa de Misión en el Arciprestazgo Costa Oriental de Granada. En los pueblos de Murtas, La Rábita  y Castell de Ferro.

En el mes de marzo del 2006 el equipo del Cesplam, más numeroso  que en la actualidad, ya misionó parroquias de este mismo arciprestazgo.

En esta segunda etapa, nos hemos hecho presentes en tres pueblos  y los días de misión  se organizaron en relación al número de habitantes de cada parroquia. En Murtas, pueblo pequeño de la Alpujarra baja, la duración fue de una semana; en La Rábita, pueblo más grande, y con  mucha población de musulmanes, los días de misión fueron diez. Desde La Rábita también se misionaron cuatro aldeas atendidas por el mismo párroco. Y en Castell de Ferro, con unos dos mil habitantes,  el proceso de la misión fue completo en el tiempo y en las celebraciones.

La tarea realizada ha sido sembrar de nuevo allí donde quedaban recuerdos de la misión anterior. Y misionar por primera vez en Castell de Ferro y en Murtas.

La fecha de la Misión ha sido la apropiada ya que todavía no ha empezado el “terremoto” veraniego del turismo en esta zona.

Deseamos que la misión siga iluminando la vida de estas parroquias y sus gentes.

 

P. Juan Bautista Jáñez, CSsR

 

MISIÓN EN CASTELL DE FERRO

Castell de Ferro es un municipio de la Costa Tropical granadina cercano a los 3000 habitantes. De los cuales buena parte, unos 1000 son inmigrantes venidos a trabajar en la agricultura de invernaderos, tan común en la zona. Hay rumanos, magrebíes… pero también británicos que han descubierto en este pequeño pueblo costero un precioso lugar donde vivir. Tan precioso que los granadinos lo saben, y en verano quintuplica su población. Así que durante la misión hubo muchos hogares de luz apagada y persiana bajada que no es que no quisieran recibir al misionero, sino que aguardaban el calor del verano para ser de nuevo habitadas.

El párroco de Castell de Ferro, don Diego, es un argentino residente temporalmente en Granada. Acogió la misión con ánimo y decidido a aprovechar la oportunidad para remover conciencias y corazones. El pueblo de Castell cuenta con una gran suerte y una ventaja misionera: hay una comunidad de religiosas dominicas, muy queridas y activas, que dinamizan la parroquia a la par que atienden un comedor infantil y centro de estudios para menores. Con las monjas se crían muchos de los niños y chavales del pueblo, cuyos padres trabajan hasta tarde probablemente bajo plásticos, como ya dijimos que era común en la zona.

Se encontraron en la primera semana unas 14 asambleas, cantidad nada desdeñable, mejor aún si consideramos que la edad media no era tan avanzada y que se consiguió llegar a gente que poco o nada pisa el templo, más que de funeral en funeral y “por cumplir”. Los misioneros en tan noble gesta fuimos los Padres Arsenio y Víctor, y el estudiante Pablo, recién profeso perpetuo apenas una semana antes. Para el encuentro de matrimonios nos acompañaron Loly y Juan Carlos, laicos muy queridos en nuestra comunidad de Granada. La gente verdaderamente disfrutó la misión, se les veía entusiasmados, y con ganas de más. Ciertamente se ha renovado la comunidad de fieles de Castell y con la comunidad de religiosas hay una esperanza clara de continuidad de las asambleas.

Tuvimos un “final de traca” que dirían los valencianos: dos celebraciones penitenciales (una con niños y chavales, otra con adultos), Adoración de la Cruz el Viernes de Dolores, Rosario de la aurora al día siguiente, Peregrinación a la Residencia de Ancianos del pueblo con la Virgen del Carmen y por la tarde la Celebración de Clausura o Inicio de la Postmisión que diría algún avispado misionero. Terminamos tan cansados que el propio párroco después de despedirnos y agradecer la labor de los misioneros se inclinó y besó el libro de la Sede… a lo cual yo pregunté: ¿Has besado el libro de la sede? Y él respondió: ¿lo besé realmente? Estoy tan cansado que ya no sé ni lo que hago… así que lo sembrado entre alegrías y fatigas, terminó con risas y gratitud.

 

P. Víctor Chacón Huertas, CSsR