Presencia, perdón y Pascua. Solemnidad del Corpus Christi.

 

San Alfonso decía que Dios ya no sabiendo qué más darnos ni qué más hacer por nosotros se quedó como comida. Para nutrirnos. Para fortalecernos. Me parece una imagen preciosa. Un peldaño más donde la kénosis -el abajamiento divino- se realizan. Dios alimenta a su Pueblo, con su Pan de Vida. Son tres los misterios principales que hoy me gustaría recordar que se dan en la Eucaristía.

Sacramento de presencia. Dios se hace presente, éste es el mensaje reiterado de las sagradas Escrituras. De muchos modos acompaña, guía, orienta, salva a su pueblo. Con profetas, reyes, Moisés y el éxodo, Juan Bautista y finalmente… Jesús, su propio Hijo amado. Y no contento con esa presencia terrena de su Hijo, decide prolongarse, quedarse para siempre con nosotros, como “Emmanuel perpetuo”. Él no se irá. Nos pondrá muy fácil el acercarnos a Él. Este nuevo giro de gracia y bondad, Cristo lo obra transformando los “cultos sacrificiales” del templo, externos y rituales, que ofrecían la vida de animales: palomas, ovejas, corderos, vacas… y derramaban su sangre “pidiendo clemencia” a Dios (sacrificio expiatorio). En lugar de esto Cristo ofrece un sacrificio interior, de adoración y amor al Padre. Pasa de entregar cosas a Dios a entregarse a sí mismo. De sacrificar animales a sacrificarse a sí mismo. Hebreos lo cuenta así: “Si la sangre de machos cabríos y de toros… santifican con su aspersión a los profanos, devolviéndoles la pureza externa, ¡cuánto más la sangre de Cristo, que, en virtud del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha, podrá purificar nuestra conciencia de las obras muertas, para que demos culto al Dios vivo!”.

Sacramento de perdón. San Ambrosio de Milán -doctor de la Iglesia- decía: “Hay herida porque estamos bajo el pecado, pero la medicina es el sacramento del cielo, la Eucaristía”. La medicina que nos sana, que nos cura del pecado, nos fortalece. ¿Cómo vamos a dejar de comulgar ni invitar a que se deje de hacerlo? ¿Cómo dejar de dar la medicina? Otro doctor, San Alfonso completa: “Recibe a Cristo no ya con las disposiciones dignas, pues si fuera menester ser digno nadie podría jamás comulgar, sino con las disposiciones requeridas: hallarte en amistad con Dios y tener vivo deseo de aumentar el amor a Jesús. Y si te vieras frío en ese amor, no por ello te apartes de la Eucaristía, ¿quién por verse frío se quiere retirar del fuego? Fíalo todo a la misericordia de Dios”. Como señala el Papa Francisco, muchas veces nos hemos comportado como controladores de la gracia de Dios en lugar de como facilitadores. Terrible pecado. Muchos habrán de dar cuenta. Él viene a sanar y reconciliar en este sacramento de gracia. ¿Cómo privar al pueblo de su don? Tres veces condenó la Iglesia la herejía Jansenista que alejaba al pueblo de los sacramentos y parece que ya se ha olvidado.

Sacramento de la Pascua. En él se encierra el misterio de la muerte y resurrección del Señor que anticipa y profetiza la cena del Jueves Santo. Su Cuerpo se entrega el jueves en la mesa en el pan y el viernes en la Cruz. Su sangre se derrama por el perdón de los pecados el jueves en la mesa y el viernes en la Cruz. El propósito es uno y el mismo. La salvación, la redención, la liberación total. Él pagó cuanto adeudábamos, sus heridas nos han curado. “Por este Hijo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados”.

Víctor Chacón, CSsR