“Que Dios ilumine los ojos de tu corazón” Solem. de la Ascensión del Señor.

Pablo a los Efesios se luce con una carta profundamente motivadora y estimulante: “Que Dios os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, e ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los creyentes”. Que Dios os haga sabios con su espíritu, que Él ilumine ¡los ojos de vuestro corazón! El corazón tiene ojos, puede tenerlos… o estar ciego. En el lenguaje bíblico el corazón es la sede profunda de la persona, el lugar donde se toman las decisiones y donde Dios habita. Así que sí, puede tener ojos, ¡puede ver a Dios! Sentirlo y verlo con sus ojos. Pero esto solo ocurre si liberamos la dinámica que Jesús propone a sus discípulos en su momento de despedida, y no nos quedamos embobados como aquellos galileos.

El evangelio de Marcos como siempre es tan escueto como esencial: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación”. La primera categoría clara que emerge es la UNIVERSALIDAD. Todos, todas, todo está llamado a Él y es susceptible de acoger su eu-angelio, buena noticia. No son solo palabras humanas, sino actitudes y gestos que incluyen a toda la creación (su obra). Estamos llamados a cuidar, potenciar y descubrir su presencia en todo ser y lugar, porque Él dejó su huella también allí. Hace poco el Papa Francisco nos recordaba en Laudato Sii esto, que no somos patrones sino cuidadores, jardineros, de esta tierra. Responsables por tanto de ella. Dios ya está en todos los seres (Judit, Macabeos y otros salmos así lo señalan) con lo cual solo tenemos que facilitar que se muestre su rostro, y que las personas accedan al mensaje valioso y salvador que ya está dentro de ellos.

La fe incluye, según Marcos, la disposición a ser bautizado. “Quien crea y se bautice, será salvado”. Ya que el bautismo es el inicio de un camino que obra la salvación en nosotros. Un camino muchas veces no fácil de recorrer ni cómodo. Que tiene aristas, repechos, piedras y caídas. Un camino lleno de decisiones difíciles. Y las decisiones siempre implican renuncias (ya que no podemos elegir todo, siempre dejamos algo fuera) y también implican riesgos, un salto de fe. Este camino exige preparación y dejarse cuidar-acompañar por otros.

Por último, Jesús se despide en Marcos dejando la misión en manos de sus discípulos. Les da, les confía su mensaje, les ha preparado antes durante varios años y ahora se despide y les deja caminar solos. Hay un profundo y consolador mensaje de Dios entre líneas que se fía de nosotros, que se pone en nuestras manos y nos dice, ahora “seguid sin mí”. Yo seguiré a vuestro lado, pero de otro modo. “Id y proclamad el evangelio a toda la creación”. Cristo es el Señor de la creación, pero ¿es el Señor de mi vida? ¿es su dueño, su guía, su centro? Porque ninguna pieza encajará bien, hasta que Él ocupe el lugar que merece, que es suyo.

Y “ellos se fueron a predicar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban”. Dios nos ayuda, si nosotros nos ponemos manos a la obra.

Víctor Chacón, CSsR