Se nos ha ido el Papa de los detalles

 

Víctor Chacón CSsR

Todavía recuerdo mi piel erizada cuando el 13 de marzo de 2013 el Papa Francisco, recién elegido por el cónclave, se inclinaba ante la gente de la Plaza de San Pedro pidiendo su bendición y su oración. ¡El pueblo bendiciendo a su pastor! ¿Qué clase de Papa era este que se inclinaba? Tuve el presentimiento de que algo maravilloso estaba por suceder en la Iglesia. Y así ha sido. El Espíritu Santo nunca defrauda. Este Papa ha sido un regalo muy especial de Dios. Ha sido el Papa de los gestos y de la ternura. Un Papa sin miedo a los abrazos y a las lágrimas. Pero no un Papa blandengue, también fue capaz de celebrar la Santa misa sobre una patera en Lampedusa y gritar “vergogna!” por la tragedia de tantas vidas humanas perdidas en el mediterráneo, para remover las conciencias de muchos políticos pasivos e indiferentes a la tragedia.

A mí me ordenaban sacerdote el 27 de abril de 2013 (apenas un mes y pico después de su elección), todo mi sacerdocio ha estado marcado por seguir sus gestos y palabras y tratar de aprender de un hombre tan humano y tan profundamente evangélico.

Se va el Papa de la alegría y la misericordia. Gran parte de sus documentos han llevado el título de “Alegría”: “La alegría del Evangelio” sobre el anuncio de la fe; “La alegría del Amor” sobre el matrimonio y la familia; “Alegraos y regocijaos” sobre la santidad… Y también el Papa que nos regaló el Año Santo de la Misericordia en 2015, y que recuperó esta categoría teológica y bíblica esencial para hablar de Dios, y la puso en el lugar principal que se merecía.

Eligió el nombre del santo de la paz y los pobres y la creación: San Francisco de Asís. Y siguió bien la petición del cardenal Hummes de Brasil que, cuando fue apenas elegido aun en la capilla sixtina le dijo: “No te olvides de los pobres”. Ha sido también el Papa de la justicia, con un fuerte contenido social y reivindicativo en sus mensajes. Esto obviamente ha incomodado a muchos que no querían perder sus privilegios dentro y fuera de la Iglesia. Y le ha granjeado muchas críticas y muchos enemigos, que, gracias a Dios no han detenido su obra, sus palabras y convicciones.

Francisco nos regaló y recordó profundamente la centralidad del Evangelio,  de anunciar la Buena Noticia, esa es la tarea principal de la Iglesia. En eso hemos de concentrar todos nuestros esfuerzos, trabajos y desvelos: ¿Cómo anunciar mejor la salvación y la persona de Jesucristo hoy a todos para que nadie se sienta excluido?

Se ha ido el Papa que no daba la bendición a los periodistas por respeto a sus diferentes credos y fe o increencia. El Papa que se montaba en el autobús con todos los cardenales. El que iba el mismo a recoger y pagar a la óptica las gafas nuevas que había encargado.El que salía de incógnito a visitar pobres o familias y el que devolvía llamadas de teléfono y cartas con su puño y letra. El que entraba en la cocina del Vaticano y se ponía el delantal y a cocinar con los empleados alguna vez (como hacía habitualmente cuando era cardenal en Buenos Aires). El mismo que le sacaba una silla a algún guardia suizo cuando lo veía muchas horas de pie en el mismo puesto. Algún defecto también tuvo, hay que reconocerlo. Suscitaba el temor de los directores de seguridad y protocolo… le gustaba ser espontáneo… y a veces se salía del recorrido marcado para visitar algún barrio marginal o seguir la invitación espontánea de algún fiel. Y también le gustaba bajar los papeles de sus discursos y decir: “Esto os lo podéis leer luego” y dirigir unas palabras desde el corazón y la fe a quienes le escuchaban.

Se va el Papa que ha puesto duchas y un comedor social para pobres en el Vaticano. El que comía con personas sin hogar en el Vaticano. El mismo que ha dejado de vivir aislado en el Apartamento Vaticano para irse a una sencilla habitación de retiro en la Casa Santa Marta.

Os regalo releer este número 24 de Evangelii Gaudium (el programa de su Pontificado): La Iglesia en salida es la comunidad de discípulos misioneros que primerean, que se involucran, que acompañan, que fructifican y festejan. «Primerear»: sepan disculpar este neologismo. La comunidad evangelizadora experimenta que el Señor tomó la iniciativa, la ha primereado en el amor (cf. 1 Jn 4,10); y, por eso, ella sabe adelantarse, tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos. Vive un deseo inagotable de brindar misericordia, fruto de haber experimentado la infinita misericordia del Padre y su fuerza difusiva. ¡Atrevámonos un poco más a primerear! Como consecuencia, la Iglesia sabe «involucrarse». Jesús lavó los pies a sus discípulos. El Señor se involucra e involucra a los suyos, poniéndose de rodillas ante los demás para lavarlos. Pero luego dice a los discípulos: «Seréis felices si hacéis esto» (Jn 13,17). La comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achica distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo. Los evangelizadores tienen así «olor a oveja» y éstas escuchan su voz. Luego, la comunidad evangelizadora se dispone a «acompañar». Acompaña a la humanidad en todos sus procesos, por más duros y prolongados que sean. Sabe de esperas largas y de aguante apostólico. La evangelización tiene mucho de paciencia, y evita maltratar límites. Fiel al don del Señor, también sabe «fructificar». La comunidad evangelizadora siempre está atenta a los frutos, porque el Señor la quiere fecunda. Cuida el trigo y no pierde la paz por la cizaña. El sembrador, cuando ve despuntar la cizaña en medio del trigo, no tiene reacciones quejosas ni alarmistas. Encuentra la manera de que la Palabra se encarne en una situación concreta y dé frutos de vida nueva, aunque en apariencia sean imperfectos o inacabados. El discípulo sabe dar la vida entera y jugarla hasta el martirio como testimonio de Jesucristo, pero su sueño no es llenarse de enemigos, sino que la Palabra sea acogida y manifieste su potencia liberadora y renovadora. Por último, la comunidad evangelizadora gozosa siempre sabe «festejar». Celebra y festeja cada pequeña victoria, cada paso adelante en la evangelización. La evangelización gozosa se vuelve belleza en la liturgia en medio de la exigencia diaria de extender el bien. La Iglesia evangeliza y se evangeliza a sí misma con la belleza de la liturgia, la cual también es celebración de la actividad evangelizadora y fuente de un renovado impulso donativo.

Por último, se podrían decir muchas cosas más, se nos ha ido el Papa que inició un proceso que no tiene vuelta atrás: el Sínodo de la sinodalidad. Ha sido el Papa de la escucha al Pueblo de Dios, de consultar bien antes de tomar una decisión. El papa que más ha luchado contra el clericalismo y más ha reivindicado la necesidad de caminar juntos como hermanos, miembros de una misma familia. Todas las vocaciones y ministerios al servicio de Jesucristo y de su anuncio. El Papa que más ha reivindicado la condición sagrada y la máxima dignidad de los bautizados, su necesario compromiso con la fe y les ha recordado a todos los laicos que el Señor y la Iglesia esperan mucho de ellos, en la estela del Concilio Vaticano II.

¡¡¡Descansa en Paz Francisco!!! ¡Nos ha regalado muchas cosas como instrumento de Dios! “Su amo le dijo: Muy bien, siervo honrado y cumplidor; has sido fiel en lo poco, te pongo al frente de lo importante. Entra en la fiesta de tu señor” (Mt 25, 21). Gracias por tanto!!