05 Dic Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María (II Advto.): La mejor creación de Dios, vivir sin miedo a la bondad y a la belleza.
«Dónde estás?». Él contestó: «Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí». María en cambio es la que no tiene miedo. Me encanta ver ese contraste. Cuando el ser humano se deja dominar por el pecado, por la corrupción del egoísmo y la soberbia que es ese “primer pecado simbólico” empieza a tener miedo a Dios y esconderse. Es triste pero así aparece en la Escritura. El miedo a Dios no lo predica la fe sino la no-fe, el alejamiento de Dios. María confía tanto en Dios y en su bondad infinita que jamás se le ocurrió tenerle miedo, su corazón estuvo dominado por la confianza, una confianza que se hace entrega generosa y valiente. Como no hay en ella pecado ni doblez, no hay máscaras ni fingimientos, es una mujer entera y que “va de frente”, no hay nada que ocultar y sí mucho que aprender de ella. Las predicaciones del miedo a Dios ni vienen de la fe ni llevan a ella, lo siento. Son mediocres y ramplonas, no se apoyan en el Dios Bueno revelado en las Escrituras ni en su infinito poder de salvación.
Filipenses: “Ésta es nuestra confianza: que el que ha inaugurado entre vosotros esta buena la obra, llevará adelante hasta el Día de Cristo Jesús”. A veces nos distraemos de esto. Somos la obra de arte suprema de Dios. En el culmen de la creación, creó Dios al ser humano por último y le acompaña una doble bendición. En este “dejarse hacer por Dios” está nuestra tarea. A veces tenemos una mirada chata y corta y nos desanimamos… por los agobios y cansancios de la vida. Nos hace falta la mirada larga y recordar nuestros inicios, todo lo que Dios ha hecho y conseguido en nuestra vida. Cada persona que él ha ayudado, servido, amado, alimentado y cuidado a través nuestra. ¡Son tantas! Hace unos años que andaba yo preso de mis agobios y con esa mirada corta, y un sacerdote y buen amigo me dijo: “Pero Victor, ¿no te das cuenta? ¡Tu vida da gloria a Dios! ¡Tu vida le alegra profundamente! ¡Hay tantas cosas buenas!”. Y a veces nos olvidamos. Es bueno que tú también pienses en la gracia, la luz y la belleza que Dios ha sembrado en ti y que puede florecer con fuerza como en María.
El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. (…) María contestó: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». María no solo es receptáculo pasivo de lo que Dios -o el Espíritu- hizo en ella, sino que es colaboradora de Dios. Se convierte en la que se dispone a hacer su voluntad activamente. Su “hágase” a Dios era a la vez un compromiso con dejarle hacer y buscar hacer lo que Él sugiera. ¿Vivo yo tratando de buscar la voluntad de Dios para mi vida? ¿Me sé llamado por Dios? ¿Buscado y amado por Él con una misión concreta que realizar? Pidamos a María que nos inspire y oriente, ella es Maestra del discernimiento y sabe detectar bien la voluntad de Dios. Necesitamos una fe con más búsqueda de Dios y su voluntad que certezas; porque a veces mis pequeñas certezas me alejan de lo Cierto, y mis luces opacan la Luz de Dios. María supo priorizar y poner el foco en lo esencial, “solo Dios basta”.
Víctor Chacón, CSsR