
03 Sep Domingo XXIII del T.O.: Creciendo en un amor total y liberador para ser tu discípulo.
Evangelio de Lucas: “En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: «Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío”.
Jesús habla a muchos seguidores, que caminan a su lado, son simpatizantes pero todavía no son discípulos. No han hecho una opción ni seria ni definitiva por él y por el Reino. Por eso les va a hablar de lo que significa ser discípulo. Hay una primera enseñanza (v. 26) que señala que no basta con “caminar al lado de Jesús”, es necesario romper con el pasado. Por eso habla de posponer o no priorizar siempre a la familia (padre, madre, mujer o hijos), que son las raíces, la historia pasada. No son algo malo por sí mismo, pero se puede convertir en un ídolo. Si no me emancipo (afectivamente, psicológicamente) puedo terminar siendo dependiente de mi familia, de sus gustos y opciones, de sus prioridades…en lugar de hacer mi camino libre y personalmente. Vivir para contentar a mamá o a papá, a mi mujer o mi marido. Jesús viene a liberarnos también de esto, a sanar nuestros afectos.
Jesús nos pide, para ser sus discípulos, una verdadera entrega y opción por él. No es posible tener el corazón dividido, no se puede servir a dos amos a la vez. El discípulo tiene que escoger. Escoger es saber renunciar, sobre todo saber separarse. En una sociedad que lo quiere tener todo y ser todo a la vez, es bueno que nos digamos esto: Tu tiempo es limitado. Tus fuerzas son limitadas. Tu dinero es limitado. ¿Qué opciones vas a hacer? ¿Cómo lo vas a gastar (tiempo, fuerzas, dinero)? ¿Va a pesar tu identidad cristiana, de discípulo, en esas decisiones? ¿Cómo te vas a dar a los demás y a Dios?
“Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío”.
El amor a Dios y la relación con Dios te libera, te capacita, te empodera, te libra de cadenas; pero también te pide opción y renuncias, te pide arriesgar y apostar por unas cosas (rechazando otras) y esto es necesario para crecer: tomar decisiones, hacer opciones, poner el corazón en cosas y personas…dejando de ponerlo en otras.
Hoy se habla en algunos círculos de jóvenes y no tan jóvenes de la bondad de tener “relaciones abiertas”, relaciones donde tengo mi pareja pero además ambos están abiertos a quedar con más personas para salir o tener relaciones sexuales. Se vende como una forma de combatir la rutina y el hastío en la pareja, porque “estar siempre con el mismo/a persona cansa”. La realidad que me da escuchar a muchas personas y sus historias con aventuras y desventuras de amor, me dice que el corazón necesita crecer en el afecto, la confianza, la intimidad y el diálogo con un “tú”. Necesitamos la fidelidad, saber que alguien está para mí siempre, indefectiblemente. Y que yo estaré para él o ella siempre, indefectiblemente, pase lo que pase. Las relaciones abiertas dejan frío el corazón y provocan más soledad aún. Porque, ¿con cuántas personas necesito estar para no aburrirme y sentir que me aman? ¿7, 10, 20?
Volvamos al Evangelio de Lucas. Ser discípulo es ser aceptado por el Maestro. Estar a su lado, atento (no distraído) y dispuesto a aprender. Un aprendizaje no solo intelectual sino global: cabeza, corazón, voluntad y cuerpo. Todo yo por entero elige amar y seguir a Jesús. Actuar como él, amar como él, servir como él, orar como él. ¿Estoy yo dispuesto a aprender, a escuchar a Jesús, a hacerle espacio en mi vida? Toma decisiones. ¿Cómo vas a escuchar y aprender de Jesús este curso? Hazle hueco en tu agenda, hueco real, dale tiempo: a la oración personal, a la formación, al acompañamiento. No camines solo. Porque somos comunidad discipular. Seguimos juntos a Jesús, nos ayudamos unos a otros por el camino, cada cual a su ritmo. Pero nos iluminamos el camino.
Víctor Chacón, CSsR