Domingo XV del Tiempo Ordinario. LLAMADOS, ENVIADOS Y MARCADOS por Dios 

«Yo no soy profeta ni hijo de profeta. Yo era un pastor y cultivador de higos. Pero el Señor me arrancó de mi rebaño y me dijo: “Ve y profetiza a mi pueblo Israel”». Amasías (sacerdote de Betel) le dice a Amós dónde puede ejercer bien su oficio de profeta y ganarse la vida y el pan con holgura. La respuesta de Amós no se hace esperar ni tiene desperdicio. “yo no sé hacer eso”, “yo soy pastor y cultivador de higos, aquí estoy porque el Señor me arrancó de mi rebaño y me envió a profetizar”. Yo no estoy aquí en esto, “para hacer dinero o ganarme la vida”. Sino porque me han sacado de donde estaba y me han dado este encargo.  

“Me arrancó de mi rebaño”, con lo contento que estaría Amós con su rebaño… tranquilito por el campo, haciendo que pastara, paseando, viendo los campos… y Dios le saca de lo conocido, de su zona de confort para llevarle a profetizar en su nombre y a dar mensajes incómodos. Vivimos en la cultura del confort y del disfrute. De la autorrealización y los “proyectos personales” de éxito y triunfo. Pero con estas claves únicamente no se construye una sociedad ni humana ni habitable para todos. ¿Estoy yo dispuesto a ser “arrancado de mi rebaño”? ¿Soy capaz de sacrificio para ayudar a los demás? ¿Vivo mi vida como entrega a los planes de Dios (Amós) o solo como supervivencia y disfrute (Amasías)?   

“Llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más…”. Los apóstoles son enviados, no eligen donde ir. Son enviados con un compañero, que probablemente tampoco eligieron. Eso se llama fraternidad, ya que a los amigos sí los elegimos. Pero tiene su mérito y valor, caminar y aprender a amar a quien yo no elegí, sino me lo puso en el camino Dios… Son enviados a sanar, a expulsar espíritus inmundos. No son enviados a condenar a nadie, ni a sembrar miedo ni a lanzar excomuniones por doquier… el envío es otro. Son enviados en sencillez, un bastón y nada más (por si en el camino hay alguna fiera poder defenderse, y apoyarse en él). Pero ni ropa de más ni dinero ni túnica de repuesto. Caminando con lo puesto. Eso es confiar en la providencia, a eso se invita a los discípulos. Me preocupa especialmente el contenido del envío: a sanar y expulsar espíritus. ¿Me siento yo discípulo de Jesús enviado a sanar también y expulsar espíritus? ¿Qué malos espíritus me manda Dios sanar en mí o en mi entorno? 

“También vosotros, después de haber escuchado la palabra de verdad – el evangelio de vuestra salvación -, creyendo en él habéis sido marcados con el sello del Espíritu Santo prometido”. No caminamos solos. Pablo nos lo recuerda. La escucha de la Palabra y el sello del Espíritu nos robustece, nos da vigor, nos capacita para ser sus discípulos. Para caminar en un mundo a veces ciego y enfermo, hacia la luz y la salud. Pero para eso he de cuidar mi escucha de la “palabra de la verdad” y cultivar la presencia del Espíritu en mí. 

Víctor Chacón, CSsR