LA VISITA INESPERADA

Queridos lectores de Icono y devotos de la Virgen.

Les cuento que acabo de recibir una visita inesperada. Ma acaban de llamar desde el aeropuerto de Madrid…: “Oye que estamos en el aeropuerto, esperando a nuestra hija, que llega de Perú y queremos que la conozcas y asistir a la eucaristía para dar gracias…”

Dicho y hecho. A la media hora se me presentaron los tres de la foto: Cristóbal que estudió en Granada y en Astorga con los redentoristas; María, la joven misionera y su madre. Yo, la invité a hablar en la homilía. Y aceptó. Sus palabras fueron muy aplaudidas y su testimonio también. Después, ante un café caliente le hice la entrevista que tienen a continuación.

– Hola misionera. Bienvenida a España. Preséntate.

– ¡Hola! Soy María Calvo, tengo 22 años y acabo de terminar mi carrera de magisterio. Soy hija de Cristóbal, un antiguo alumno redentorista. Y este verano me fui un mes de misión a la selva peruana.

­-¿Qué te impulsó a ir a Perú? ¿Tu fe, tu corazón,  tus ganas de ayudar…?

– Pues, te cuento. Después de este intenso y último año de carrera, quería un verano distinto. Soy consciente de la gran suerte que tengo de vivir en España, y de tener una familia que me quiere. Y sentí la necesidad de irme a ayudar allí donde hiciera más falta. Mi fe me impulsó a realizar esta misión, sabiendo que no iba sola y que no tenía nada que temer.

-¿A través de qué congregación encauzaste tu trabajo?

– Todas las congregaciones están siempre en los lugares más lejanos y pobres, ayudando a los necesitados. Yo me embarqué en esta aventura gracias a las Siervas de San José, una congregación dedicada a la enseñanza, que tiene colegios en todo el mundo. Fui a  un colegio-internado, que las hermanas tienen en el Chiriaco, que está en el Departamento Amazonas, de Perú.

– ¿Y no te asustaba tanta selva, tanta pobreza y tanta monja?

– Estaba un poco asustada pero llena de confianza. Yo no conocía a nadie en Perú. Estas monjas me han mostrado su hermosa labor y lo que es vivir en Comunidad. Sin conocerme, me abrieron las puertas de su casa, me han cuidado, me han querido y aceptado como una más de la comunidad.

– Y ¿te sentiste acogida por la gente?

– Una de sus mayores riquezas es la acogida. Me sentí en todo momento cuidada y querida. No rechazan a nadie. Las niñas del colegio me protegían y no me dejaban sola delante de los hombres. Desde estas páginas de ICONO les digo: ¡gracias! ¡mil gracias por tanto amor!

-¿Qué realidad te encontraste: pobreza, abandono, fe…?

– Aquello es otro mundo totalmente distinto al nuestro. Un mundo lleno de contrastes. Te puedes encontrar en un mismo lugar gente muy pobre y gente muy rica. En Chiriaco, la mayoría eran pobres, materialmente hablando. Pero con una fe inquebrantable en Dios y en la vida.

– Qué bonito lo que estás diciendo. Pero háblame un poco de tu trabajo en Chiriaco.

– Las Siervas de San José trabajan mucho para la integración de la mujer, la educación de la juventud… En el colegio y en el internado pude aportar mucho, debido a mi carrera de magisterio. Y me sentí muy realizada, más incluso que en España. Allí hacen tanta falta educadores, médicos, enfermeras… Allí te sientes útil siempre. Y como cristiana, me sentí afortunada de poder ver a Dios en todo y en todos.

¿Tuviste miedo?

– Como en toda aventura hay una pizca de miedo. Y echaba en falta a mi familia, que aunque confiaban, también estaban preocupados por mí. Pero, nunca me pudo el miedo. Yo vivía al día, disfrutando y dejándome llevar por el Señor.

– O sea que tu familia te apoyó en todo momento… ¿Son para ti un ejemplo a la hora de creer?

– ¡Sí! Gracias a Dios, tengo la suerte de poder contar con unos padres y un hermano que me han apoyado siempre, en cada una de las decisiones que he ido tomando a lo largo de mi vida.

Mis padres son los que me han dado el regalo de la Fe y por los que conocí a los Misioneros Redentoristas. Ellos también me han acompañado en el camino de la fe.

-¿Lo mejor y lo peor de tu experiencia?

Todos los momentos han sido buenos y provechosos. Lo peor, sin duda, tener que marcharme y dejar a las alumnas con sus caritas llenas de lágrimas. No se me olvidan. Me ha costado más volver a España que irme a Perú. Por supuesto, volveré a emprender otra aventura misionera aceptando que mi campo de misión estará allí donde se me necesite.

– Háblanos de la virgen para terminar. ¿Viste algún Icono de la Virgen del P. Socorro?

– La figura de la Virgen es muy importante y la tienen muy presente a la hora de la educación. También vi muchos iconos del Perpetuo Socorro en Lima. Perú está  lleno de imágenes de la Virgen del P. Socorro. Esto me hizo sentirme protegida y como en casa. Yo conozco y rezo a la esta Virgen desde que nací y en mi cuarto tengo un cuadro de la Virgen, precioso. Y sé de la revista ICONO a través de las historia misioneras que mi  padre nos leía a  mi hermano y a mí, cuando éramos pequeños.

Pues ahí queda eso. Me queda escribir una invocación: “Madre del Perpetuo socorro, protege a nuestra misionera María y a todos los misioneros del mundo”. Con todo amor,

Arsenio.