Llevad una vida digna del Evangelio de Jesús”. Domingo XXV del Tiempo Ordinario.

 

La parábola de la viña que Jesús dice a sus discípulos tiene mucha miga: “Id también vosotros a mi viña y os pagaré lo debido. Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: ¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?”.

Por un lado, me habla del “Dios de las oportunidades”, que siempre está llamando, esperando, tendiendo lazos para que vayamos a trabajar en lo suyo, en su Viña (que no es de este mundo). Y llama a todas las horas del día. Y a todos los que encuentra parados, vacíos, con las manos caídas… o por cansancio o por decepción, o quizás porque se han sentido abandonados y rechazados en otros lugares, en otras viñas. Él los llama: “Id también vosotros a mi viña, aquí hay sitio para todos, no sobra nadie”. Insistía el Papa Francisco en Lisboa a los jóvenes, en la Iglesia caben todos, ¡repitan: todos! ¿Nos lo creemos? A veces parece que sí y otras muchas no sé qué parece, más bien que no. Tenemos la desgraciada tentación de querer solo admitir a los que piensan como yo, votan como yo, rezan como yo… y es triste caer en esa división absurda y fratricida. Dejar de respetar la diversidad humana normal que se da en cada grupo humano, en cada familia, en cada “viña” humana o de Dios.

Supongamos que sí, que nos hemos vuelto creyentes compasivos y acogedores de todos, sin fisuras ni amiguismos. Ahora toca recibir la “paga” del dueño de la Viña. Y como este dueño es peculiar, empezará a pagar al revés, por los últimos. Y acabará por los primeros. Fácilmente los que impacientes aguardan en la cola de cobrar van mirando a sus compañeros de la última hora, que han sudado poco y con sorpresa comprueban que reciben el salario completo. Y se frotan las manos pensando ¡a mí me tocará más! ¡yo merezco más! Porque he estado más tiempo en la Viña. A lo que el viñador Bueno responde: “Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?”.

Conviene que vayamos acabando con “la religión del mérito” que nos hace creer que merecemos o somos mejores que los demás por hacer según que cosas o ritos. Esta manera de valorar los méritos o deméritos que hacemos es burda, simplona y mezquina. Casi traza un comercio con Dios absurdo e irrisorio. Pretende comprar el favor de Dios o asegurarse no sé qué clase de privilegios, quizás un palco VIP en el cielo… ¡absurdo! ¡Toma lo tuyo y vete! Si vienes por interés, mejor que no vengas. Si no te has dado cuenta de que la paga, el gozo, y el regalo es estar en Viña de Dios, gozando de su presencia, y que ésta es ya tu mejor paga, mejor vete amigo. Si no eres capaz de invitar y acoger a otros hermanos en la Viña buena del Padre… y alegrarte porque ellos se unen, comparten y viven lo que tú, mejor revisa tu fe. Te hará bien.

Pablo, habla hoy en su carta a los Filipenses diciendo con rotundidad: “Lo importante es que vosotros llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo”. ¿Y qué es una vida digna del Evangelio de Cristo? Pues una vida donde la fraternidad, la acogida, la solidaridad y la compasión son esenciales. Son el núcleo duro de la fe. Sino hay eso, la fe es vacía y absurda, no se sostiene. Se queda en ideología, formulaciones filosóficas que no afectan la vida que no dan calor ni luz a nadie. Solo se notará que soy creyente si en mi vida hay algo de la humildad, la compasión, la pasión y la entrega generosa (hasta dar la vida) que Jesucristo tuvo y que el Evangelio anuncia así. Un poquito aunque sea!! “Obras son amores y no buenas razones”. Necesitamos encarnar la fe en obras y actitudes; y no buscar méritos o cumplimientos que calientan la cabeza y enfrían el corazón.

Víctor Chacón, CSsR