Nace el rey de la paz. SOLEMNIDAD DE LA NATIVIDAD DEL SEÑOR.

“Romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén, porque el Señor ha consolado a su pueblo”. La Navidad supone la ruptura total de los esquemas pasados, presentes y futuros de muchos. Adorar a un Dios hecho niño, humanado. No deja de ser paradójico y confuso. Rompe nuestro orden humano que separa lo perfecto y lo imperfecto, lo celestial y lo terrenal, lo santo y lo profano, lo puro e impuro… pero he aquí que Dios quiso borrar esa frontera y acercarse, unirse a nosotros. Él consuela a su Pueblo, viene a traer la paz a una tierra que veintiún siglos después sigue en guerra, sin haber aprendido nada. ¿Seremos capaces de recibir nosotros su consolación? ¿Seremos capaces de recoger el testigo de un Dios que nos llama a la humildad, al entendimiento fraterno y a la comunión con Él en el hermano (y ya no solo mirando el cielo)?

Necesitamos la música para expresar el gozo, las palabras solas no alcanzan: “Tañed la cítara para el Señor, suenen los instrumentos: con clarines y al son de trompetas, aclamad al Rey y Señor”. La música ha ayudado siempre al ser humano a expresar sus sentimientos más profundos, y la poesía, la pintura, el arte en general. La invitación del salmo de la Navidad es a reconocer su grandeza y su don, la bendición que Él nos ha hecho. Será bueno en estos días disfrutar también así y celebrar oyendo música buena, de la que sana y ensancha el alma, la que nos ayuda a pensar en la belleza y grandeza a la que el ser humano está llamado siempre.

Con el prólogo del Evangelio de Juan admitimos a un Dios que es revelación, se comunica a nosotros, es Palabra encarnada. Pero Juan dice mucho más, nos detenemos en algún versículo especial: “Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos ha llegado por medio de Jesucristo”. Entramos en el tiempo de la gracia y la verdad, ya la ley no es el único referente religioso ni el prioritario. Importa más dejarse guiar por la gracia y buscar la verdad, poner el corazón en ella. Con Jesús queda superado el legalismo, la fe la disciplinaria de cuartel, los ascetismos que ni contemplan ni enamoran. Él nos llama a otra cosa y nos pide vivir en otra onda: la gracia y la verdad. Buscar ser auténticos, a su luz y en diálogo con el Padre.

“A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer”. Reconocemos con Juan que Dios es invisible y así sigue, pero es Jesucristo el que nos lo ha revelado, nos ha dicho todo de Dios. Con lo cual Dios ha abandonado ya toda lejanía, salió de las nubes y los cielos. Y se vino aquí cerca, a nuestro mundo, a nuestra tierra, a nuestra realidad. El mundo ya no es un lugar ni tan oscuro ni tan maldito. Dios ha habitado y habita en él, no lo olvidemos. ¡Feliz Navidad!

Víctor Chacón, CSsR