“No estás lejos del reino de Dios” (Dom XXXI del T.O.)

 

“Escucha” es la palabra que resuena con fuerza hoy en las lecturas. Hasta tres veces se repite de modo simbólico.  “Escucha, pues, Israel, y esmérate en practicarlos, a fin de que te vaya bien y te multipliques”, esta es la primera vez en el libro del Deuteronomio. Una llamada de atención y fidelidad al Pueblo para que no se pierda como hombres y mujeres sin ley, sin aspiraciones, sin una llamada más profunda en la vida. Esmérate, que tu vida es ofrenda a Dios, escucha y cumple su palabra, sus mandatos.

La segunda ocasión es ésta, también en Deuteronomio: “Escucha, Israel: El Señor es nuestro Dios, el Señor es uno solo. Amarás, pues, al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas”. A estas palabras que con frecuencia las reza todo judío se las llama, el “shemá”. Ya que esa es su palabra inicial: ¡escucha! Necesitamos de vez en cuando que alguien nos invite y nos provoque a la escucha a Dios, porque si no, fácilmente entramos en rutinas que nos alejan de Él y de su Palabra y nos llevan a “las aguas que vuelven a dar sed” como dice la Escritura. Vivimos en malos tiempos para la escucha: hay muchos ruidos a nuestro alrededor, tenemos también muchos ruidos dentro de nuestra cabeza y quizás también en el corazón. No nos concentramos bien, casi siempre andamos con prisas o con preocupaciones. A algunas edades hay quienes no saben vivir sin música 24 horas. Música para todo: para cocinar, para caminar, para ir en el coche o ducharse… y jamás hay silencio en su vida, y aunque haya un poco no lo emplean para escuchar en serio. Y el alma necesita escuchar ese silencio y al Creador de todo. Y encontrarse allí con Él.

En el evangelio de Marcos llega el tercer “escucha”: «¿Qué mandamiento es el primero de todos?». Respondió Jesús: «El primero es: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor». El primer mandato es vivir en escucha. Es vivir atentos a una palabra que no es nuestra, sino de Dios, que nos alimenta y nos da la vida, Palabra del único Señor. Vivir en actitud de escucha como opción de vida es algo muy serio. Me compromete a no creerme nunca que ya lo sé todo, que ya lo hago todo bien, me inclina a estar siempre dispuesto a aprender, a acoger una palabra de salvación, una enseñanza discreta que el Dios de la vida me deja en algún hermano, en alguna circunstancia de mi vida, en algo pequeño que me rodea y también me está hablando. No encerremos a Dios en palabras grandilocuentes, ni solo en los templos ni en palabras raras. Dios habló nuestro lenguaje, está presente en nuestro mundo y, desde su encarnación, adoptó el método de manifestarse a los hombres a través de otros seres humanos, a través de las personas. ¿Qué personas me hablan a mí hoy de Dios? ¿cuales no? Pues mantente atento hermano, porque puede haber sordera en tu escucha. Algún tapón de cera puede obstruir tu capacidad auditiva del hermano. En todos, Dios nos está hablando, aunque en algunos el mensaje sea más tímido, la señal más débil. Jesús supo reconocer en aquel escriba también, las palabras y el corazón de su Padre, y se lo dijo así: «No estás lejos del reino de Dios». Pudo haber subrayado las diferencias o aquellas cosas en que no estaban de acuerdo, pero no lo hizo. Jesús subrayó, que a pesar de toda diferencia con el escriba, este caminaba acercándose al reino de Dios si aceptaba la escucha como actitud de vida, escucha que concreta ese amor a Dios y al prójimo.

Víctor Chacón, CSsR