“Poner a Dios en su lugar”. Domingo XXIX del T.O.

Dice el refranero mejicano con sabiduría que “quien no conoce a Dios, a cualquier santo le reza”. Es una denuncia del conformismo, de contentarse con poco, pudiendo aspirar a más. Creer lo primero que te dicen. Así lo dice Herón Pérez (lingüista mejicano). Tentación muy humana. Por eso Isaías nos recuerda la acción portentosa de Dios con nosotros, tantas veces ignorada u olvidada: “te llamé por tu nombre, te di un título de honor, aunque no me conocías. Yo soy el Señor y no hay otro; fuera de mí no hay dios”. Él es el Dios único que busca nuestro bien ante todo y nos bendice. Nos crea y nos hace libres, absolutamente libres, libres hasta para rechazarle o negarle. Nos ha querido dar ese poder. Dios no nos quiere ni sumisos ni dependientes ni pusilánimes. Él ha sembrado la grandeza y la gloria en nuestro corazón, la aspiración a una vida mucho más grande y profunda.

Pero al ser humano le sale a veces la tentación rastrera… y en lugar de caminar erguidos, postura de dignidad y salud (estar en pie y sostenerse, frente al enfermo del latín in-firmus, el “no firme”, el que se cae). Involucionamos. En lugar de tener una actitud viva y despierta, nos volvemos seres encogidos y replegados sobre sí. Tenemos la triste habilidad de “fabricarnos otros dioses”, otros ídolos. Y darle un lugar central a cosas que no nos pueden ni salvar ni dar sentido. Así algunos adoran al dios tecnología, otros al dios-vida-sana, otros al dios placer (comidas, viajes…), otros al dios dinero… otros están esclavizados por su imagen, su físico… y a eso dirigirán todos sus esfuerzos, su tiempo y su dinero. “Quien no conoce a Dios a cualquier santo le reza”. Creer en Dios nos hace mucho más libres de lo que podamos pensar.

Los fariseos y herodianos quieren hacer caer a Jesús, ponerle a prueba y ver si lo cogen en algún engaño y contradicción. Por eso le preguntan si es lícito pagar impuesto o no. Si dijera Jesús que sí era lícito… dirían es amigo del César, defiende al invasor extranjero y se opone a nuestras leyes judías. Si dijera Jesús, no es lícito pagar… dirían ante Roma “es un revolucionario” y un antisistema que ataca las leyes del imperio, que anima a la gente a la desobediencia. Dijera lo que dijera Jesús estaba ya condenado. Hay perversión en esa actitud venenosa, Jesús lo detecta y responde sagazmente. ¿Cuántas veces tenemos nosotros esa actitud con los demás? ¿Cuántas veces juzgamos y condenamos a las personas antes de escucharlas, da igual lo que digan? En cambio, San Ignacio de Loyola nos animaba: “hemos de estar prontos a escuchar las razones de mi prójimo y defenderlas”, pues el otro tiene sus razones y no las sostiene así por capricho. Entender a mi hermano. Sin juzgarle ni condenarle a priori. Esto solo puede nacer si ponemos a Dios en su lugar, y ponemos en el centro a un Dios compasivo, empático, que “modeló cada corazón y comprende todas sus acciones” salmo 32. Él no se escandaliza de nuestro pecado ni se asusta. Al contrario… ¡nadie nos entiende tanto como Dios! Nadie sabe tanto de nuestros sufrimientos, miedos, indecisiones, caprichos y malas decisiones y sus motivaciones. Con un Dios así, ojalá caminemos aprendiendo a ser como Él: profetas de compasión y entendimiento.

Víctor Chacón, CSsR