Solemnidad de Santa María, Madre de Dios. “Portadores de una bendición como María”.

Se bendice invocando a Dios, su nombre, pidiendo su presencia. No bendecimos nosotros. Sino que nosotros le invocamos, le llamamos, no porque Él no esté ya. Porque Él siempre está. Sino para hacernos conscientes de su presencia. Éste es también uno de los principales sentidos de la oración, hacernos conscientes de Dios. Vivir sabiendo que Él es, Él está y Él viene a nosotros siempre. Esto es muy necesario porque la rutina, los agobios de la vida y las tentaciones en sus variadas formas nos distraen y nos hacen olvidarnos de esta gran verdad: Dios ESTÁ con nosotros. Él es siempre Emmanuel.

Se puede vivir sin Dios, ajenos a Él, ignorándole o dándole la espalda, negando su presencia. No creo que nadie tenga dudas de esto. A la sociedad en la que vivimos (al menos a una parte de ella) le gusta alardear de laica y de avanzada por excluir a Dios y los planteamientos religiosos, como si eso fuera la clave del progresismo y de la evolución social. Y otra parte de la sociedad vive timorata sin querer mostrar nunca un atisbo de fe o religiosidad, vayamos a que les llamen algo o los tomen por antiguos. Sin llamar a la beligerancia, creo que ha llegado el momento de ser cristianos sin vergüenza (en el buen sentido). Orgullosos -que no soberbios- por serlo, por seguir a Alguien tan grande, tan noble, tan Bueno, a Cristo. Portador de una bendición Universal que no conoce fronteras ni razas ni límite alguno de edad o sexo, o cualquier otro.

Se puede vivir sin Dios o… Se puede vivir como SERES BENDITOS, que poseen su soplo divino (su Ruaj, aliento de vida, llaman las Escrituras) y así nos convertimos en seres portadores de una bendición para los demás como María, la Madre del Señor.

La vida de María fue bendición de Dios para todo el que se encontró con ella: para José, para Simeón y Ana la profetisa, para los de Caná en su boda, para los apóstoles, para María Magdalena, para su prima Isabel cuidada por ella antes de dar a luz, y por supuesto para Jesús. Estoy segurísimo de la dulzura y la ternura, la complicidad y el cariño que debió existir entre Jesús y su Madre, ojalá accediéramos a esos momentos de intimidad madre-hijo. Los imagino como algo maravilloso y único, ¡Tan humanos! Y a la vez, ¡Tan divinos!

Sólo dos preguntas y dos invitaciones en este 1 enero y esta fiesta de María.

  1. Pensar: ¿Soy consciente de que soy bendecido? (Y no una vez, sino de continuo, soy criatura bendecida por Dios, por los siglos de los siglos).
  2. ¿Siento que soy bendición de Dios para los demás? ¿Por qué?

Ojalá pongamos todo lo que esté en nuestra mano para serlo como María. Y lo que no podamos, pidámoslo a Ella! Que es la llena de gracia. ¡Feliz año a todos! Será un año de bendición si queremos que lo sea.

Víctor Chacón, CSsR