2º “Miércoles misionero”, 14 de abril de 2021

2º “Miércoles misionero”, 14 de abril de 2021

Salvador León: “Alguien se conmueve si tú te conmueves”.

Ayer miércoles tarde a las ocho comenzaba el segundo de los “Miércoles misioneros”, la iniciativa pascual del Cesplam, que busca unir la formación y la reflexión misionera en este tiempo de Pascua. En esta ocasión fue el claretiano Salvador León el que nos orientó e iluminó con sus palabras. Misionero por vocación y convicción, en Latinoamérica, en India y en España. Salvador nos interpeló y conmovió con sus palabras que provenían tanto del corazón como de la razón.

En su ponencia titulada “Recrear y soñar la misión popular” nos animó inicialmente a preguntarnos: “¿Qué necesita hoy la comunidad cristiana? ¿Qué nos conmueve al ver las necesidades de los creyentes y las parroquias de este tiempo? ¿Nos apena ver a alguien que no cree?”. Nos propuso una convicción fundamental: La misión parroquial sólo se puede realizar desde el Espíritu, sin Espíritu y Vida no se pueden dar. En su misión, Jesús marca pronto una preferencia: los pobres, necesitados, enfermos, pecadores… aquellos que necesitan más vida. Así lo dijo en la sinagoga de Jerusalén: “El Espíritu de Dios está sobre mí para anunciar…”. Con lo cual la misión, el anuncio cristiano, no son catequesis ni clases de teología, ni ejercicios espirituales, ni espectáculos… aunque pueda haber algo de todo eso en ella.

Dos verbos han de ser conjugados -nos decía Salvador – en este ejercicio misionero: orar y misionar. Y en este orden. La oración, la vida del espíritu, como el cuidado que el misionero se debe a sí mismo, “como el sarmiento está unido a la Vid”, ya que sin Él nada podemos. Cuando Jesús llama a sus discípulos, los llamó para “estar con él” dice el Evangelio. No los llama para hacer cosas, sino para estar con él, para ser con él una comunidad. Es necesario orar primero para no caer en las misiones en un activismo frenético. Es bueno parar y preguntarnos y preguntar a Dios: ¿Qué quieres decir a tu pueblo Señor, ahora y en este lugar?

El misionero tiene el desafío de vincular a las personas con Jesús, y no con él mismo. No estamos construyendo Babel, la torre del orgullo humano, la búsqueda personal de éxito, de notoriedad, sino que construimos, colaboramos, en la ciudad de Dios. El planteamiento es totalmente diferente. No se trata de ser héroes sino voceros de Dios, “palabra de la Palabra”. Por eso es esencial hablar al corazón, ser profundamente compasivos, como Cristo. Cuidar la calidad humana y evangélica de lo que hacemos y decimos. Necesitamos un clima más espiritual, más sosegado, más gozoso. Y menos obsesionado con la efectividad, con los números, con ansiedad por hacer actividades de impacto. Se logra misionar sobre todo desde el amor a las personas y la coherencia de vida.

A veces nos olvidamos -apuntaba el claretiano- que Jesús no curó a todos los enfermos, ni atendió a todos los pobres o pecadores. Él inició y creó una tendencia, una corriente de Vida. Por eso es muy bueno que aprendamos a convivir con los propios límites personales, congregacionales, eclesiales y sociales. Jesús también tuvo que aceptar los límites personales, humanos y sociales con los que se encontró. Por último nos hizo una invitación a comunicar afectiva y efectivamente el Evangelio, “alguien se conmueve si tú te conmueves”. Sólo así, desde el amor y el testimonio fraterno se da una auténtica misión evangélica, con el Espíritu de Jesús.

Víctor Chacón, CSsR