BENDECIDOS, ELEGIDOS Y ENVIADOS. Dom. XV del T. O.

 

En la carta a los Efesios que hoy escuchamos Pablo nos recuerda lo que cada uno de nosotros es. “Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos. Él nos eligió (…). Él nos ha destinado por medio de Jesucristo… a ser sus hijos”. Somos seres bendecidos -y por lo tanto, amados- seres elegidos por Él para una misión. Seres enviados, destinados a salir y sembrarse por distintos lugares para dejar la buena semilla del reino allí.

Continúa Pablo recordando que por él hemos sido redimidos, perdonados, reconciliados. Si olvidamos esto, si andamos faltos de reconciliación, será difícil que ayudemos a otros a reconciliarse. Nadie puede dar lo que no tiene. Es un principio básico. Por último, señala Pablo: “creyendo en él habéis sido marcados con el sello del Espíritu Santo prometido”. Llevamos la marca de Dios, del Espíritu, como los animales de ganadería llevan su marca de fuego en la piel. Es la marca que nos reconoce como hijos de Dios y como hermanos, llamados a una fraternidad universal, sin fronteras. La cruz es también la rosa de los vientos que nos marca adónde y a quién amar: Norte, Sur, Este y Oeste.

En el Evangelio de hoy Jesús llamó a los doce y los envía de dos en dos. No solos. Sino en parejas. Colaborando con otro. Pretende que se apoyen mutuamente, que trabajen juntos, que nadie se imponga, sino que aprendan a completarse en sus debilidades. Es un principio sabio. Les da también otro sabio principio de Misión, “permaneced”. «Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, en testimonio contra ellos». Quedaos. Quedaos allí hasta que el mensaje haya calado, hasta que veáis que vuestra presencia ha sido suficiente o ya no os reciben o escuchan. En cuyo caso, amablemente, recogéis lo vuestro y salís de allí. También saber retirarse y no forzar a nadie es un gesto de sensibilidad. Jesús no nos obliga al éxito, es un Maestro bueno y comprensivo, pero sí que nos pide que lo intentemos, que hablemos y demos testimonio de a quien llevamos dentro y nos mueve, del Señor Dios.

Víctor Chacón, CSsR