“Culpable, Dios”

 

Ya lo decía el locutor de una de las cadenas, cuando lo del terremoto de este verano: “¡Dios es culpable! ¿Con qué derecho nos manda terremotos a los peruanos? Qué se los mande a los gringos, que tienen más dinero. Por eso yo no creo en Dios…” Y así continuaba diciendo soberanas burradas. Por que digo yo: Y ¿cómo se puede echar la culpa a Dios si no crees en Él? ¿Puede ser culpable alguien que no existe?. Menos mal que acto seguido, pasaron a entrevista a uno de los miles de damnificados. ¿Se imaginan lo que pudo decir esa señora que quedó en la calle, sin casa y sin abrigo? Pues decía, con estas o parecidas palabras: “En medio de tanto sufrimiento sentimos el consuelo de Dios y la compasión de nuestros hermanos de España y de todo el mundo, que comparten con nosotros. Dios es una gran ayuda…” Y entonces el locutor, que no había sufrido las consecuencias del terremoto, que llevaba un bonito traje, que dormiría en su camita aquella noche, se quedó sin argumentos. Y creo que la cara de tonto no se le ha quitado desde entonces.

No obstante, yo me pasé las doce horas de avión pensando si Dios sería culpable también de la muerte de mi abuela, que se nos fue con 92 o si sería culpable de las tonterías que a veces se me ocurren a mí, o de nuestras meteduras de pata. O si sólo era culpable del mal del mundo… Y mira por donde llego a España y todo se me aclara. O mejor dicho, todo se complica cuando leo una curiosa y desconcertante noticia. Dice así: “un senador estadounidense demanda a Dios por causar catástrofes en el mundo”. Cómo lo oyen. Este senador acusa a Dios de ser el causante de “espantosas inundaciones, egregios terremotos, horrendos huracanes, terroríficos tornados, perniciosas plagas, feroces hambrunas, devastadoras sequías y guerras genocidas” ¿Se pueden decir más tonterías con tan pocas palabras? Pienso, y admito, que un senador esté medio “volao”, pero que la demanda haya sido admitida a trámite por la Corte de Nebraska, da qué pensar aún más.

Según esto ¿cuántos acusadores tiene Dios? Pues muchos millones de los que habitan el planeta tienen el dedo acusador, apuntando a Dios, incluidos, claro está, bebés inocentes, ancianos, enfermos, accidentados… ¡Qué difícil lo tiene Dios! No sé si saldrá con bien de ésta.

Pero yo me pregunto si no habrá nadie en este lado del mundo que salga fiador de Dios. Y ahora a la luz de la Navidad me llegan muchos pequeños gestos que pueden salvar a Dios de toda culpabilidad. El primer gesto me viene en forma de felicitación navideña y es de un jovencito: “Hola, me llamo Javier y vivo en Zaragoza. Y te digo que fui al rastrillo de Navidad de mi parroquia, que es el Perpetuo Socorro, que es para un comedor de niños de Perú. Este año he ganado el concurso que se hace en mi colegio, con un trabajo que se titula: “La Navidad, un momento para creer y para soñar”. En Zaragoza hay muchas luces de colores y muchos regalos, por Navidad. Cuando iba a comprarme un regalo me acordé de los niños del rastrillo… Quiero compartir este premio para que otros niños también puedan ser un poco más felices, porque me parece que en Perú no hay Reyes que traigan regalos. Sólo hay terremotos. Bueno un beso muy grande de Javier, que soy yo. ¡Ah! Y mi hermana se llama Ana y no me obedece nada…”. Bonito, bonito ¿verdad?

Y también tengo noticia de una novia que ha entregado su vestido blanco para que se venda en el rastrillo, en lugar de apolillarse en el armario. Y sé de otros colegios: de Madrid, de Almería.., que cada año organizan un festival, una semana solidaria, y así apoyar económicamente la labor de los misioneros redentoristas en otros países lejanos… Y me viene a la mente el “club de los 20 duros”; ese grupo de abuelas que, en tierras de Salamanca, hace “calceta” y luego vende los calcetines… Y recuerdo a Mariluz y Teresa, que yo no he visto nunca, que durante los crudos y largos inviernos de Cuenca hacen “punto de media”, así me dijeron, con la misma finalidad. O el grupo de misioneros laicos de El Alquife, de Granada…

Qué lástima que no tenga fotos para que ustedes conozcan a todos y cada una de estos corazones anónimos y generosos. Pero sí que tengo algunas muy significativas de un centro textil de Caniles. Como ven, son jóvenes trabajadores, madres de familia…, que conocen la dificultad de sobrevivir cada día y la importancia de pensar en los demás. No dan de lo que les sobra, sino de lo que necesitan. Su gesto, habla de solidaridad. Gracias a estos, y gracias a otros muchos miles de personas que “dan la mano”, no se hunde el mundo. Estos son bienaventurados, según el Evangelio, porque tienen “compasión hacia la miseria ajena”. Y cuándo echamos la culpa a Dios de todos los males que aquejan a la humanidad, debemos entender que la respuesta y la solución está en nuestras manos. “Te he hecho a ti”, responde Dios a nuestras acusaciones. Tú y yo somos parte de la solución y lo que nosotros no hagamos, quedará sin hacer.

Tú y yo somos culpables por el mal que hacemos, pero sobre todo por el bien que dejamos de hacer. Dice Charles Péguy que cristiano es el que da la mano, el que no da la mano no es cristiano” Y me fijo en la foto que tengo delante en la que veo al senador ese de los EEUU con las manos en los bolsillos. No da la mano. Es culpable de no hacer nada.

P. Arsenio. CSSR