DE LA INERCIA A LA ESCUCHA. Dinámica de la Santísima Trinidad.

El ser humano cae por inercia en la inercia. No sé bien si por comodidad, por simplificar la propia vida, o por descuido. Es lo más fácil. No vivir(se) abierto a nada, sino buscando premios, consuelos y satisfacciones. El problema es que vivir así hacia fuera, mendigando algunas migajas de felicidad adonde sea y como sea, nos hace olvidar que dentro de nosotros tenemos un tesoro, una fuente inagotable de ser y de sentido que se llama ¡Dios! Y que puso su morada entre nosotros. Este es el sentido de las justas palabras del Deuteronomio: “Reconoce, pues, hoy y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro. Guarda los preceptos y mandamientos que yo te prescribo hoy, para que seas feliz, tú y tus hijos después de ti, y prolongues tus días en el suelo que el Señor, tu Dios, te da para siempre”. El Señor es el único Dios del Universo, no hay una lucha de dioses -al menos en nuestra cosmovisión cristiana- pero la pregunta es también, ¿es tu único Dios? ¿o tienes otros? También en esto toca desprenderse de una inercia comodona y fácil.

La carta a los romanos es sublime: “Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios. Habéis recibido, no un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritan «¡Abba, Padre!»”. ¿Quiénes son los hijos de Dios? ¿Cómo podemos saber que somos hijos de Dios? Si me dejo llevar por el Espíritu de Dios. ¿Cómo puedo crear en mi vida este “dejarme llevar por el Espíritu”? Creando una dinámica de oración, silencio y escucha de su Palabra. Haciendo esto hago espacio en mí, para que su Voz resuene y me diga lo que tenga que decirme. ¿nos da miedo hacer eso? Pues eso significa que ¡aun no conocemos a Dios! No tenemos un espíritu de esclavitud, Dios no quiere esclavos, sino personas libres. Personas capaces, conscientes de sus dones y dispuestas a servirle a Él y a sus hermanos. Con humildad y valentía, con claridad y caridad para hacer y decir lo que haga falta. Defendiendo el bien y la justicia, con los mejores modos y palabras posibles, porque los modos importan, ¡y mucho!

“Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (…) y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”. Necesitamos compartir este estilo de vida, de ser y sentirnos HIJOS de Dios, libres y amados. No esclavos, no sumisos, no atados a nada ni a nadie sino a aquel que hizo la libertad y nos la da. La estela de hombres y mujeres libres es inmensa: Santa Teresa de Ávila, San Juan de la Cruz, San Alfonso Mª, San Juan de Ávila, San Juan de Dios, San Óscar Romero… todos tuvieron no una vida fácil, pero sí una vida plena, profunda, llena de luz y de luchas que le merecieron el mayor de los gozos posibles, unirse a su Creador, a su Redentor y al Espíritu que les guió -que dejaron y permitieron- en todo momento en sus vidas.

Víctor Chacón Huertas, CSsR