Domingo II de Cuaresma: ¡LEVANTAOS, BAJAD DEL TABOR!

  • “Sal de tu tierra” es el requisito que Dios pide a Abrahán para que su sueño se haga real. “Sal de tu tierra, de tu patria, y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostraré.
    Haré de ti una gran nación, te bendeciré, haré famoso tu nombre y serás una bendición. Todo ese sueño de promesa, bendición y futuro se puede cumplir si él es capaz de renunciar a su seguridad, a su comodidad y aventurarse a otros lugares nuevos fiándose de la Palabra de Dios. Este domingo de Cuaresma la Palabra nos previene contra el “peligro de instalación”, de acomodación, tan humano. Tendemos a construirnos espacios seguros, tranquilos, “nuestros”, “privados”, “reservados” … “para los míos”, “zonas VIP para los muy amigos”. Frente a eso Dios nos dice: SAL DE TU TIERRA. ¿Te fías de mí, Abrahán? Demuéstralo y sal a la tierra que yo te mostraré. El camino para llegar a Dios es la confianza en la Palabra.
  • Pablo a Timoteo, su hijo querido en la fe, afina todavía más la tarea que tiene como creyente: “Querido hermano: Toma parte en los padecimientos por el Evangelio, según la fuerza de Dios. Él nos salvó (…) no por nuestras obras”. Actúa, querido hermano, sirviendo al Evangelio según la fuerza de Dios, no según tus fuerzas o tus ánimos, tus gustos o tus deseos: aprende a posponerte, aprende a no hacer de mi misión, “tu proyecto”, “tu camino individual”, “tu motivo de orgullo”, sirve humildemente a tu Dios y a tus hermanos, ¡esto es! Él nos salvó y nos llama a una vida santa, pero no por nuestras obras, sino “según su designio y su gracia”. Muchos creyentes viven muy ajenos a esta búsqueda del designio o voluntad divinas, de lo que Él quiere de nosotros. Y muy ajenos a caminar en la “gracia” de Dios y no en el camino de los propios logros y méritos (camino que Jesús rechaza en los fariseos, a los que acusa de falsos creyentes y soberbios, se creen más que los demás por cumplir la ley Mt 23). Tú mejor hijo mío camina humilde en la gracia, buscando lo que Dios quiere de ti.
  • El regalo de Jesús a tres de sus discípulos. “Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y subió con ellos aparte a un monte alto. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía…”. Es maravilloso gozar de momentos así: revelación, gracia, paz, certeza, LUZ!!! Estos momentos son un regalo, un tesoro. Habría que preguntarse e intentar recordar ¿cuánto hace que no vivo yo un momento así? Y buscarlo. Lo necesitamos. Nos hace bien. La reacción de Pedro es, como siempre, muy sincera y muy humana: ¡Maestro, hagamos tres tiendas! Que fue como decir, ¿Por qué no nos quedamos aquí para siempre Maestro? Los cuatro solos (sin los otros apóstoles ni discípulos, ni gente pesada “dando la vara” y pidiendo milagros!). de nuevo aparece el peligro de instalación, de mirar solo y primero por la propia comodidad, de aferrarse a personas y a lugares. Y Jesús le ayuda a resituarse y a entender que, hay que bajar del monte. Que abajo nos necesita mucha gente. Que la luz del Tabor, de arriba, se necesita abajo y que sería egoísta y mezquino no bajar y compartir esa luz con los demás. Ha sido don de Dios y no debe acapararse. Además, el Amor auténtico siempre nos hace libres, mucho más el amor de Dios que ni ata ni somete. Como canta Amancio Prada (el poema de Agustín García Calvo) “Libre te quiero, pero no mía”. Así actúa el amor de Dios, liberándonos, desasiéndonos, llevándonos a la plenitud total, libres de todo y de todos… hasta ser Luz con Él, si queremos.

Víctor Chacón, CSsR