Domingo IV de Pascua: Entregar la vida para dar Vida como el Buen Pastor

“Quede bien claro a todos vosotros y a todo Israel que ha sido el Nombre de Jesucristo el Nazareno, … por este Nombre, se presenta éste sano ante vosotros; no hay salvación en ningún otro; pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos».

Pedro se convierte en valiente testigo de Jesucristo. No hay otro nombre para invocar la salvación, para poner toda esperanza de vida y plenitud. ¿Dónde busco yo mi salvación, mi plenitud…? ¿Sólo en Jesús? Estaría bien que aprendamos a agradecer también los muchos medios y personas que Cristo pone en nuestra vida y que nos van salvando, acercando a su luz. “Curamos con la fuerza de Dios” dice Pedro, no creáis que es nuestra fuerza o mérito. Libera mucho reconocer esto. No somos salvadores de nadie, pero sí tenemos la tarea de ayudar a que la gente sienta y sepa que tienen un salvador, alguien que les sostiene, les anima y les da un horizonte más amplio y gozoso.

“Tú eres mi Dios, te doy gracias; Dios mío, yo te ensalzo. Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia”. Necesitamos aprender a vivir en la gratitud, en la luz. No en la carencia, no en las sombras, no mirando lo que nos falta… El salmo 117 nos invita a agradecer. Vivir en la gratitud es dejar de vivir en la exigencia a Dios y a la realidad. Aprender a valorar lo que tengo y lo que soy. Dejar las orillas fangosas de la queja y de la crítica constante; y las arenas movedizas del perfeccionismo que asfixia y mata. Dios quiere una existencia serena, consciente y que sea capaz de agradecer y ver lo bueno que nos rodea. ¿Vivimos esto nosotros? ¿Somos conscientes de nuestra bendición, de nuestra fortuna? Hay personas que están en nuestra vida que son tesoros y han sido increíbles regalos de la Gracia. Pienso en Pedro mi querido maestro y catequista; en Vicente, mi amigo y hermano sacerdote, en Amparo, mi amiga ermitaña y su enorme sonrisa… y tantos más. Ellos me hacen ver claro y sin ninguna duda el profundo amor que Dios me tiene. ¡Solo puedo dar gracias! Necesitamos pedir menos y agradecer más. La oración de petición es siempre un poco interesada, busca algo de Dios. La gratitud no busca nada, solo agradecer… es más humilde.

Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo las roba y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Amor gratuito y derrochado. No somos asalariados. El reto del pastor: crear un solo rebaño y un solo pastor. Crear comunión y comunidad. Evitar la dispersión y los guetos. Ahí está el Papa Francisco, buscando crear comunión y fraternidad, una Iglesia donde quepamos todos y nadie se sienta pequeño o insignificante ni por ser mujer, ni por ser pobre, ni por ser de conversión tardía, ni por ser homosexual…ni por ser laico, ni por ser nada. Ojalá sigamos por aquí, por este camino, lo necesitamos. Un solo rebaño y un solo pastor. Que es capaz de renunciar a otros títulos en favor de la fraternidad, de la Hermandad con otras Iglesias. Bendita la humildad de este Papa en la que tanto brilla la humildad de Jesús.

Víctor Chacón, CSsR