Domingo VII de Pascua, Solemnidad Ascensión del Señor: Id y anunciad ¡con maestría!

 

«Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que ha sido tomado de entre vosotros y llevado al cielo, volverá como lo habéis visto marcharse al cielo». Aquellos “hombres de blanco” de los que habla Hechos, con este mensaje escueto nos llaman a espabilar. A la Iglesia naciente y también a la decadente (que al menos numéricamente en Europa así puede entenderse).

La fe no se trata solo de mirar al cielo olvidando la tierra y a los que viven en ella. Muy al contrario. La teología de la Encarnación nos anima a tomarnos muy en serio lo de aquí abajo y a los compañeros de camino que vamos encontrando día a día. No vale dar la espalda a nadie. La vida de Jesús y su seguimiento nos invitan a otra cosa (“pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal”).

Marcos en la despedida de Jesús a sus discípulos presenta este mensaje contundente: “Se apareció Jesús a los once y les dijo: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado”. El resucitado nos llama a salir del encierro, del miedo y de la timidez; y comenzar un anuncio universal de alegría y de salvación. Es la tarea de misionar, de llevar un mensaje (missio). Un camino de liberación para el ser humano que dignifica y ensancha la vida. Que llama a vivir de un modo radicalmente gozoso, sabiendo que todo viene de Dios y a Él vuelve. Hemos sido salvados “por pura gracia” dirá Pablo, y no por nuestros méritos.

Necesitamos profundizar y tomarnos en serio nuestro ser misioneros. Porque es mandato esencial de Cristo a los discípulos. Es literalmente su testamento, este mandato. ¿Cómo anuncio yo a Cristo? ¿Me esfuerzo en dar testimonio de mi fe, ya sea con obras o palabras? ¿Me quedo en un cómodo silencio y anonimato no identificándome con Jesús? ¿Dejo que me venza la cobardía y las otras corrientes que sí están de moda y a las que me puedo sumar sin vergüenza?

La invitación del salmo 46 es importante: “tocad para Dios, tocad; tocad para nuestro Rey, tocad. Porque Dios es el rey del mundo; tocad con maestría”. El testimonio que hemos de dar ha de ser así: con belleza y maestría. Sabiendo humildemente lo que creemos y lo que nos da vida. Siendo testigos de lo que el Señor ha ido haciendo con nosotros. No hacen falta muchas teorías, y sí mostrar un sencillo compromiso de vida. Ser cristianos es buscar dar belleza a tu vida y a tu entorno, no conformarse con cualquier opción, buscar siempre lo que Jesús haría, ¡soñar grande!

Víctor Chacón, CSsR